La película Silencio se estrena el próximo 6 de enero en España. Dirigida por Martin Scorsese, tiene como protagonistas a Liam Neeson, Adam Driver y Andrew Garfield, los tres interpretando a misioneros jesuitas del siglo XVII en Japón.
Basada en la novela histórica del escritor japonés católico Shusaku Endo, Silencio es un proyecto personal de Martin Scorsese que ha tardado más de veinte años en materializarse.
Silencio es una apasionante historia de sacrificio y fe que relata la persecución religiosa sufrida por los misioneros jesuitas en Japón en la segunda mitad del siglo XVII. Los cristianos vivían escondidos. Vivían perseguidos. Si su condición de cristiano era descubierta tenían que optar entre la apostasía o la muerte tras torturas terribles. Muchos cristianos no lo soportaron, pero cientos de cristianos sufrieron torturas y la muerte, dando testimonio de su fe.
La película se basa en un personaje histórico real, el jesuita portugués Cristóbal Ferreira (1580-1650), que en la película es interpretado por Liam Neeson. Sawano Ch’an, como era conocido este misionero en Japón, ingresó en la Compañía de Jesús a los 17 años. En 1600 fue enviado a las misiones de Oriente. Allí, en Macao, terminó sus estudios, y fue ordenado sacerdote en 1608, partiendo para Japón al año siguiente. En medio de una dura persecución religiosa, el padre Ferreira vivió escondido en Nagasaki y, después, en Kioto, saliendo de noche para visitar a los cristianos. En 1617 fue secretario del provincial jesuita de Japón, Mattheus de Couros, cargo que le llevó a viajar por todo Japón, asumiendo después el cargo de administrador de la provincia, por ser el jesuita más antiguo.
El 18 de octubre de 1633 fue apresado juntamente a otros misioneros extranjeros y japoneses, a los que se les sometió a la tortura de la fosa, reservada para obligar a los cristianos a renunciar a su fe. Como cuenta la misma novela de Shusaku Endo, en la que se basa la película, eran colgados cabeza abajo dentro de una fosa, que después era cubierta con tablas. Sin luz, sin agua, o renunciaban a su fe o morían.
Cristóbal Ferreira cedió tras sufrir el suplicio unas horas y la noticia de su apostasía llegó hasta Europa. Durante el resto de su vida en Japón serviría de intérprete para las autoridades locales. Al final de su vida se arrepentiría de su apostasía y moriría en la fosa en 1650.
En 1639 se cerraron definitivamente las puertas de Japón a los misioneros y el cristianismo japonés tuvo que vivir ocultos
En 1865, Japón abría sus puertas de nuevo al mundo exterior y se permitía a los sacerdotes entrar en el país para atender las necesidades espirituales de los extranjeros. Se construyó una capilla en Nagasaki. Los «kakure kirishitan», cristianos escondidos, como eran conocidos, llegaron a esa iglesia en busca de aquellos misioneros que, sus antepasados, les habían asegurado que un día volverían. Habría tres «claves» para identificarlos. ¿El Pastor universal de la Iglesia vivía en Roma? ¿Estaba casado el sacerdote? ¿Creía el sacerdote en la Madre de Dios? Al escuchar las respuestas del misionero, se convencieron de que aquel hombre pertenecía a la fe de sus antepasados. En recuerdo de este encuentro la Catedral de Nagasaki tiene como advocación Nuestra Señora del Descubrimiento’.
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