- Titulo: OMPRESS
María Yolanda Cabrera Donoso es una religiosa de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón, que vive en Poipet (Camboya), desde 2013. Su Congregación llegó a Camboya en 1999, pero están en Poipet, diócesis de Battambang, desde 2006. Allí atiende un Jardín de Infancia al que acuden unos 75 niños de familias desfavorecidas, que tienen entre 4 y 6 años.
Esta misionera contaba a OMPress que las religiosas les dan a los niños algo de comida y clases de «khmer», inglés o matemáticas. Aunque la mayoría de los niños son budistas, sus padres saben que la Iglesia Católica les está ayudando a través de este Jardín de Infancia, para que ellos puedan ir a trabajar. Las religiosas rezan todas las mañanas con los niños. Según Yolanda, en Camboya no hay fricciones entre religiones; al contrario, el diálogo interreligioso se trabaja y se colabora entre todos para llevar adelante iniciativas de solidaridad y cooperación. Como ejemplo, la religiosa explicaba que algunos monjes budistas de una pagoda cercana acuden a las celebraciones católicas.
Aunque Poipet está en la frontera con Tailandia y a solo dos horas de un centro turístico importante, es una población pobre y muy desfavorecida, con sus calles sin asfaltar y un nivel educativo bajo. Muchos camboyanos llegan hasta Poipet para cruzar la frontera con Tailandia e ir a trabajar a los casinos por muy poco dinero. Los que no trabajan en los casinos, trabajan en el campo cultivando la yuca. Es una vida difícil, teniendo en cuenta además que los campesinos no son propietarios sino arrendatarios de la tierra.
Además del Jardín de Infancia, la Compañía Misionera del Sagrado Corazón tiene en Poipet un internado para chicas de entre 12 y 18 años, en el que intentan que las adolescentes y jóvenes continúen sus estudios, para evitar que sean casadas demasiado pronto o caigan en las redes de la prostitución.
Una de las cosas que más sorprende a esta joven misionera madrileña, es que allí «los jóvenes son felices con muy poco». En la Parroquia tienen un grupo de jóvenes, y Yolanda se da cuenta de que cómo más disfrutan es estando y haciendo cosas juntos. La misionera reconoce que a los camboyanos «les encanta bailar, a pesar del sufrimiento que llevan dentro por su historia». Para concluir afirma: «He aprendido mucho de ellos: la acogida, la sonrisa permanente, la paciencia, el saber estar y aguantar... Ves lo poco que tiene la familia y su resistencia y capacidad de lucha para seguir adelante». Yolanda reconoce que la sonrisa de esta gente entre la que vive le ha ayudado a sonreír también a ella, a pesar de las dificultades.
Reconoce que hace falta nuestra ayuda económica, pero sobre todo «la oración, y estar en contacto con los misioneros» y subraya que no se sienten solas al «saber que hay gente ayudándonos y sosteniéndonos».