La Universidad CEU San Pablo fue escenario este fin de semana del 21 Congreso Católicos y Vida Pública, dedicado a la Libertad para educar, libertad para elegir. En la Eucaristía de clausura, el cardenal Osoro recordó que «el derecho al ejercicio de la libertad, de vivir en la verdad y de ser promotor de la justicia, es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana».
Coincidiendo con la Jornada Mundial de los Pobres, el arzobispo de Madrid incidió en que Jesucristo vino a «entregarnos su vida» y permite «descubrir los signos eminentes de la imagen divina que es el ser humano y, como consecuencia, el signo de la sublime dignidad de cada persona humana, tal como nos lo recuerda el Concilio Vaticano II».
Al acoger a Jesucristo –subrayó– uno empieza a vivir la «projimidad» y da «esperanza» a un mundo marcado por «los desencantamientos a medida», como «el encanto de la técnica que promete cosas mejores», «el encanto de una economía que ofrece posibilidades ilimitadas en todos los aspectos de la vida» o «el encanto de las propuestas religiosas menores a medida de cada necesidad».
En este sentido, el purpurado detalló que san Pablo vivió esta «projimidad» en la cercanía a los demás y así «nos presenta una Iglesia que no es temerosa, ni cerrada en sí misma», sino que «se anima a bajar y acercarse a los hombres, se acerca a los más pobres como hoy nos invita a hacerlo el Papa Francisco, se acerca a curarlos y recibirlos».
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Manifiesto contra «la imposición de un único modelo»
Aprovechando la visita al encuentro, el arzobispo también quiso saludar a los niños que durante el fin de semana habían participado en el congreso infantil. Con la mirada puesta en su educación y en la de los que vengan después, el manifiesto final del 21 Congreso Católicos y Vida Pública aboga por la libertad de creación de centros, la libertad de modelo de educación, la libertad de elección de formación religiosa y moral de los hijos de acuerdo con las convicciones de los padres y la libertad de cátedra.
Asimismo, el documento, leído por la propagandista Carla Díez de Rivera en una abarrotada Aula Magna, denuncia que «lo opuesto a la libertad de enseñanza es la escuela pública única, pues supone la imposición de un único modelo y, con ello, la imposibilidad de elegir».
