- Titulo: Infomadrid/ M.D.Gamazo
- Firma: José Luis Simón, párroco de San Leopoldo: «El mural de Ze_carrión pretende contar la Pascua con el lenguaje y en los espacios del arte urbano»
- Fin Agenda: 20-03-2024
La fachada de la madrileña parroquia de San Leopoldo (Sagrados Corazones, 28) exhibe desde hace unos días una decoración ‘peculiar’. Se trata de un retablo pintado por el artista urbano Ze_carrión que pretende «contar la Pascua con el lenguaje y en los espacios del arte urbano», como explica José Luis Simón, párroco del templo y profesor de Religión en el colegio de San Gabriel.
«Todo comenzó el año pasado, durante el viaje de fin de curso que hicimos con 70 chavales del colegio a Roma - relata el sacerdote -. Uno de los profesores que vino fue César Carrión, compañero que imparte la asignatura de Plástica. Él se define a sí mismo como artista urbano. Y, durante la visita a los Museos Vaticanos, me comentó que él nunca había hecho pintura religiosa. Y que le gustaría pintar en una iglesia. Su especialidad es sobre todo la pintura en paredes: es lo que más pinta. Yo le dije que me parecía una buena idea. Así que este año, en septiembre, nos pusimos manos a la obra. Y hemos estado hasta el mes de enero reuniéndonos para plantear diferentes ideas sobre lo que se podría hacer».
El resultado final, señala, «es el que se puede apreciar. Se trata de un pequeño tríptico, que yo he ‘bautizado’ como Un pequeño retablo urbano. La idea sustancial era contar lo fundamental, es decir, el misterio pascual, pero en un espacio y con un lenguaje urbano. Por lo tanto, está en la calle, en la fachada principal de la parroquia. César lo ha pintado durante tres semanas, en el mes de febrero. Es decir, que lo ha terminado hace muy poco».
José Luis Simón insiste en que representa una «Pascua contada con el lenguaje y en los espacios del arte urbano. El artista aporta una lectura personal al acontecimiento que da sentido al edificio, cuya fachada principal sirve de soporte material a la pintura en espray, transformándola así en un retablo en medio de la ciudad». Así, prosigue, «los tres lienzos de ladrillo caravista que proyectó hace 50 años Luis Cubillo de Arteaga encajan con el ritmo triádico pascual. Los vecinos que pasan por la acera son invitados a incorporarse a las escenas de la mano de personajes secundarios que se convierten en protagonistas. Son las miradas de un soldado, de un centurión y de un ladrón las que provocan que cambiemos las nuestras, para ver la muerte y resurrección de Cristo desde otro lado: desde el lado de las oscuridades y debilidades de quienes andamos por la calle».
Pascua con lenguaje urbano
Esta representación de la Pascua con un lenguaje y en un espacio urbano se nos muestra, «en un primer lienzo - indica Simón - con unas figuras en tensión, en la oscuridad, sin rostro, y saliendo como del suelo, elevan un madero. Uno de ellos, Longinos, montado a caballo, y mirando en dirección opuesta a la cruz, sostiene una lanza que acabará clavada en el costado de Cristo para certificar su muerte. Mientras, del lado de la luz, san Leopoldo y su mujer Inés, quienes fundaron el monasterio de la Santa Cruz, miran invitando al espectador a contemplar el misterio de la cruz: Inés embarazada recuerda la extensa familia que fundó junto a san Leopoldo; también se ve un perro, que aparece en muchas escenas de la vida del santo, y piedras grises, que nos conectan con los monasterios que fundaron. La crucifixión no fue solo un momento de violencia humana o de injusticia: fue también el momento en que esa violencia es transformada por Dios, cuando del costado de Cristo traspasado por la lanza, junto con la sangre salió agua, o lo que es lo mismo, vida y amor».
En un segundo cuadro, añade, «un centurión, pagano y extranjero, es el primero que en el evangelio de Marcos dice que Jesús es el Hijo de Dios. Por eso lo ha bajado de la cruz, lo tiene entre sus piernas, y le ha quitado el título de la cruz, que quizás él mismo había puesto. Es él quien mira ahora un cuerpo inerte, y propone al paseante que también se acerque y lo contemple como Hijo de Dios. Está sentado sobre calaveras, dado que eso significa el nombre calvario. Mientras, María, erguida como un pilar, mirando al cielo, y vestida con los colores del amanecer, rosa y azul, sigue creyendo en lo que el ángel Gabriel le dijo en la Anunciación, “no temas”, manteniendo así viva la esperanza, y anticipando la llegada de la luz del cielo que ilumina cenitalmente esa escena oscura. También se aprecia una pequeña planta que está naciendo, regada por la sangre de la mano derecha de Cristo».
Por último, continúa, «una pared sucia y estropeada, ennegrecida por el fuego, es iluminada por la figura compasiva de Jesús, que desciende con su luz al infierno para cumplir con una de sus últimas palabras que dijo en la cruz. Con su muerte vence a la muerte, y por eso, saca a Dimas, atado a su pecado, pero abandonado en los brazos de Cristo resucitado, y lo eleva con él al paraíso. El demonio, encarcelado, no puede hacer otra cosa que pedir ayuda y recordarnos el infierno que supone vivir sin perdón».
José Luis Simón, que es también historiador del Arte, confiesa que Carrión «no es especialista en arte religiosa» aunque «le ha encantado la experiencia. Yo he colaborado en el diseño, en el que se aprecian ‘guiños’ a la pintura clásica. Por ejemplo, el cuerpo de Cristo está inspirado en La piedad del Vaticano, de Miguel Ángel; la figura del centurión, en el Nicodemo de La piedad Bandini, también de Miguel Ángel; y la planta que surge del brazo caído de Cristo, en El descendimiento, de Caravaggio. Y también he aportado la composición conceptual: hemos trabajado conjuntamente el sentido de la misma». Concluye afirmando que «este artista es estupendo. Y lo ha hecho todo gratis».