«Lo que me dio al Señor a mí fue una cierta persistencia», esa que le mantuvo al padre Hernán J. Pereda, cooperador parroquial de Cristo Rey, durante casi 40 años a la espera de ver publicado su Historiograma del Camino de la Iglesia. 2.000 años de cristianismo. Lo dice con cierta ironía y con el acento de su Argentina natal que aún mantiene a pesar de vivir en España desde 1991. El historiograma es la copia en libro de los resúmenes que él hizo, cuando tenía 21 años y era un joven seminarista en Roma, para fijar todo lo que iba aprendiendo en Historia de la Iglesia. «Era mi chuleta de estudiante, ¡pero no para copiarme, sino para prepararme los exámenes!». Para ello, el joven seminarista iba escribiendo los hechos más relevantes de la historia del mundo, de la ciencia, la filosofía, los deportes, y los más destacados de la historia de la Iglesia, los Papas, los concilios, los sínodos, organizados de forma temporal. De esta manera, se pueden leer los acontecimientos simultáneos y tener una visión de conjunto de la historia de la humanidad: «Me hacía falta una visión así para poder estudiar».
Corría el año 1961, y el joven Hernán le presentó lo que había hecho a su profesor, Giacomo Martina, jesuita, pensando que le iba a entusiasmar. «Muy ufano, le fui a presentar el primer historiograma y me dijo: “Y esto, ¿para qué sirve?”. Claro, para un hombre como una mente como tenía él…». De hecho, cuando la gente le dice al padre Hernán que hizo esto porque tiene mucha memoria, contesta: «¡No, lo he hecho porque no tengo memoria!». Y también porque «no soy un erudito, soy un comunicador». La chuleta primigenia va remontándose hacia atrás, en cuartillas de derecha a izquierda unidas con celo, de las que el padre Hernán aún conserva algunas originales enmarcadas.
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Todo ello es lo que se ha plasmado en el historiograma, cuya primera edición se publicó en 1999, de cara al Jubileo del año 2000. Cada libro es una sucesión de pliegos desplegables con infinidad de detalles, en los que el contenido se expresa jugando con el tamaño de las letras, los colores, las mayúsculas, las minúsculas, la propia maquetación... Invita a una lectura lineal pero también transversal de una historia de la Iglesia que «no es idílica», y por eso en el libro se incluyen también «las culpas del pasado» y esa «Iglesia que pedía perdón por sus errores en la historia». Traducido al inglés, italiano, francés, alemán y portugués, para cada país se ha adaptado la cuestión histórica-política.
Así, en el de lengua inglesa, por ejemplo, se recogen los reyes y primeros ministros de Inglaterra, y los presidentes de Estados Unidos. Incluyó igualmente personajes destacados. Uno, Marylin Monroe y su suicido. «Yo lo viví, porque a mí me gustaba el cine… y me gustaba Marylin». El padre Hernán cuenta que su muerte provocó otros 40 suicidios, y poco después se publicó la Gaudium et spes, que une la alegría y la esperanza de la Iglesia con sus dolores. «Tiene que ver con la realidad de un mundo que se venía abajo y que había quedado reflejado en el Hollywood de los 60». Y esto, ahora, «interesa mucho a los jóvenes». Una juventud que en realidad es la destinataria objetiva de los historiogramas del padre Hernán, «porque yo era joven cuando lo hice».
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Encuentro con el Papa Francisco
Desde esa primera edición hasta la de 2020 –ya se está preparando la de 2021–, el padre Hernán y su equipo han ido ampliando con la incorporación de los acontecimientos más relevantes, y por eso «el historiograma está vivo». Por su puesto, la elección del Papa Francisco como sumo pontífice ha quedado reflejada, algo que él mismo pudo comprobar cuando el padre Hernán fue al Vaticano a presentarle sus trabajos. Fue a través de un conocido de ambos, después de que el Papa mostrara su inquietud por la difusión bíblica. «Yo conozco a una persona...», le dijo el contacto, y le habló del padre Hernán. «Dile que venga», pidió el Papa. «¡Salimos como rayos a Roma, imagínate!».
No era la primera vez que Francisco y el sacerdote cooperador se veían. Ya habían mantenido un encuentro años atrás, cuando ambos vivían en Argentina; el padre Hernán era maestro de novicios de su congregación y Jorge Bergoglio, maestro de novicios de los jesuitas. El primero acudió a verle para pedirle consejo, y, entre bromas, reconoce que «me causó mala impresión». «¿Cómo hacemos con la juventud, que viene tan distinta de cómo éramos nosotros?», le preguntó. «Si tú no lo sabes, yo tampoco», le contestó Bergoglio. En el encuentro en el Vaticano para conocer los historiogramas, siendo ya pontífice, la respuesta del Papa fue «en su línea», y el padre Hernán vuelve a reír. «Me dijo: "Ah, bueno, entonces puedo estar tranquilo, en el futuro estaré en una cronología"».
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Al Papa le presentó también la Visión Bíblica, un segundo trabajo que en realidad es «solo uno junto con el historiograma», que se remonta hasta Abrahán. «Es un trabajo hecho para que de la visión se pase a la lectura», y es el trabajo principal «porque esto es Palabra de Dios, y además mucho más exhaustivo que el historiograma». «Mi gran pasión es hacer conocer el Antiguo Testamento», reconoce el padre Hernán. «Hoy en día hay más mirones que lectores, y esto es una llamada a leer, sobre todo la Biblia, que uno acabe yendo al pasaje bíblico».
Lo que descubrió el padre Hernán es «el sentido de la historia; la historia tiene un sentido, y gracias al pueblo judío, donde están nuestras raíces, la historia deja de ser circular [sin principio ni fin] para pasar a ser lineal. Esta historia tiene razón de ser»: el fondo de la Visión Bíblica «descubrir a Jesucristo». «La historia de la salvación se convierte en la salvación de la historia; salvar la historia es darle sentido». Una historia de la salvación que no está concluida, la tiene que ir haciendo cada fiel respondiendo a esa pregunta de «Señor, ¿qué quieres que haga?». Los libros son por tanto un símbolo de «la persistencia de la Iglesia, a pesar de los pesares», que es «expresión de que el Espíritu Santo la sostiene».
A sus 83 años, los historiogramas le han ocupado la vida al padre Hernán. «¡Y los ejercicios espirituales!», recuerda, que en definitiva es el carisma de los cooperadores de Cristo Rey, fundados por un sacerdote jesuita: la formación de los laicos para las parroquias, sobre todo por los ejercicios, que es «una lectura orante de la Palabra de Dios».
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