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En su homilía, Mons. Osoro destacó que “hoy es un día excepcional” ya que se celebraba la Anunciación de María, “una etapa que comenzó con el Sí que dio a Dios una mujer excepcional. Ella dijo a Dios: aquí estoy”. “El Señor nos hace escuchar aquello que nos conviene y nosotros respondemos: aquí estoy, para hacer tu voluntad”. “La Vida, afirmó, tomó rostro humano en el vientre de María, en Jesucristo”. Por eso, “para entender esta jornada que estamos celebrando”, ofreció a los presentes tres puntos: pedir una señal al Señor, acoger a Dios en nuestra vida, y descubrir que nada hay imposible para Dios.
“La señal, explicó, la tenemos en nuestra propia vida. Dios, para venir a esta tierra, tomó rostro y eligió una casa donde habitar: el vientre de la Virgen María… Todos los seres humanos hemos tenido la misma vivienda… excepcional: el vientre de nuestras madres... La primera casa que hemos tenido, la primera habitación para venir al mundo, ha sido el vientre de nuestras madres. Lugar sagrado, santuario de la vida”. “El Señor, prosiguió, nos muestra que Él se ha identificado con nosotros, haciéndonos iguales en el origen de la vida. Cuando salimos a este mundo es cuando vienen las diferencias. La vida nos la da igual para todos. En el recuerdo de la encarnación de Jesucristo en el vientre de María tenemos una señal: que somos de Dios. Hombres y mujeres que hemos venido al mundo para vivir, para dar la vida, para defender la vida”.
“Nos hacemos distintos, apuntó, cuando olvidamos nuestro origen y qué es la vida verdadera. El Papa San Juan Pablo II decía que el drama más grande que existe en esta tierra, en estos momentos de la historia, es no creer en la vida. Drama tremendo, que nos puede llevar a situaciones terribles: no reconocer el origen, la misma habitación que tenemos todos, la misma casa… Pero, el Señor, nos da esperanza. Y nos dice, como a la Virgen: ‘Alégrate, el Señor está contigo’… No nos entristezcamos porque hoy, en el mundo y en la cultura de los hombres, a menudo se pueda discutir sobre quién es el dueño de la vida… Alegraos, porque el Señor está de nuestra parte. Él nos dice que defendamos la vida que nos da Dios”. En este sentido, recordó que “la cultura del encuentro es la cultura de la vida”, es “la cultura de la reconciliación, del perdón, de la entrega, del amor verdadero, del que nos descubre Jesucristo, donde el ser humano es importante desde el mismo momento en que inicia la vida. El ser humano es lo más importante, porque Dios lo ha querido hacer a imagen y semejanza suya. Y esa semejanza con un Dios que es amor es lo más importante que tenemos todos en nuestra vida”. Por ello, exhortó a los presentes a sentir “en vuestro corazón y en vuestra vida la alegría de saber que Dios nos ama entrañablemente. Él no nos abandona”.
En tercer lugar, añadió, “Él nos ha dicho que nada hay imposible para Dios... Cuando los hombres nos decidimos a invocar a Dios, nada hay imposible”.
Invitó a orar y a pedir “al Dios de la vida” que “instaure en todos los corazones de los hombres la vida. Nada hay imposible para Dios. Las armas de la vida surgirán en el corazón de todos los hombres.. Y lo harán por poner la vida en manos de Dios y diciéndole que intervenga para que ponga en el corazón del hombre la significación profunda que tiene el ser imagen y semejanza de Dios, desde el inicio mismo de la vida en el vientre de nuestras madres. Nada hay imposible para Dios”, concluyó.
Al finalizar la ceremonia, Mons. Osoro bendijo personalmente a cada una de las madres gestantes.