- Titulo: Infomadrid / Foto: COPE
El pasado sábado, 24 de marzo, los nuevos obispos auxiliares de Madrid, monseñor José Cobo, monseñor Santos Montoya y monseñor Jesús Vidal, pasaron por los micrófonos de Fin de Semana de COPE para respondes a las preguntas de Cristina López Schlichting. Hablaron de su vocación y de su experiencia sacerdotal hasta convertise en obispos, «un camino de mucha plenitud».
Han sido chicos normales y han acabado de obispos, ¿esto cómo puede ser?
José Cobo: No sé porque todavía vamos con la L puesta. Llevamos poco tiempo. La verdad es que no nos lo esperábamos, yo por lo menos. Uno se pone en disposición, dice que sí a Dios y a la Iglesia y nos encontramos respuestas como estas.
Un día te encuentras que te ponen un gorro muy alto y que eres obispo.
JC: Eso es lo de menos. Lo de más es cuando te avisan: que el Papa ha pensado que seas obispo. Ahí se te cae el mundo encima, pasa un rato y te empiezas a recomponer.
Monseñor Omella contó en antena que le dijo su madre: «¿Y no hay otro?». Al lado de José está Santos. Es químico, es también teólogo especializado en Dogmática y ahora, con 51 años, manchego de origen, obispo. ¿Esto da susto?
Santos Montoya: Todo reto así a uno se le encoge el ombligo. Primero, tengo 52 años. Gracias por lo de jóvenes y, como decía san Ignacio, salido de muchacho. Cuando uno descubre la vocación, el panorama que se ofrece por delante, uno reconoce su propia limitación, y la encomienda que a uno se le hace, hay una desproporción grande. También es verdad que esto no es una cosa nuestra; se nos invita a participar de algo que ha sido ganado previamente
Los curas siempre dicen que son llamados, que se les elige, que es el Misterio mismo el que piensa en ellos... Tenemos también con nosotros a Jesús Vidal, economista, teólogo especializado en Teología Moral, 43 años, nacido en Madrid, y también nuevo obispo auxiliar de Madrid. ¿Cuándo pensaste en hacerte cura?
Jesús Vidal: La primera vez que se me ocurre tendría 15-16 años pero me resistí mucho porque no creía que fuera capaz de ser cura, ni que pudiera ser llamado. También la experiencia de sacerdotes que conocía no me permitía identificarme y estuve luchando hasta que acabé la carrera, cuando después de estudiar Empresariales, en ese proceso de lucha, al final me vi vencido por el Misterio, por una llamada que va cogiendo tu vida y a la que, al final, no le puedes decir no si quieres que esta vida tenga sentido porque el sentido está en esta propuesta que se te hace. Empecé a responder que sí, un pasito, otro pasito, otro pasito...
José, uno tiene que albergar cierta ilusión, que algo tiene que tener el ser cura, para que uno diga: «Esto me apetece».
JC: La ilusión es por lo menos lo que a mí me venció; desde el principio yo andaba en líos de parroquia, con 16-17 años, luego el dejarme atrapar por la llamada y por la iusión del ministerio ha sido lo que realmente ha conducido... Esto no es un sacrifico horrible, no, es simplemente que Dios nos va poniendo la ilusión por medio y nos va conquistando. No es puro voluntarismo, sino pura entrega. Es muy bonito.
Si le pregunto a un bombero, me dirá: «Me encanta mi profesión que está pensada para ayudar a los demás y me permite estar en forma, relacionarme con la sociedad»… y si le pregunto a un médico me dirá cosas parecidas. ¿Que dice un cura, qué hace un cura que le hace atractivo a un chico ser sacerdote?
JC: Primero, el saber que estamos en manos de Dios, aunque no lo conozcamos muchas veces. El saberse situado en manos de Dios. Eso ya te coloca en una disposición preciosa y luego te vas dando cuenta de que la lectura de la vida te va ayudando Dios hacerla y te vas encontrando con gente preciosa, con comunidades con las que poder caminar e incluso con una forma de ver la vida que nos ayudamos unos a otros a descubrirla, donde vamos viendo que Dios está presente entre nosotros. Y poder colaborar en esa acción de descubrir con nuestras comunidades, con la gente con la que trabajamos, el paso de Dios en unos y en otros lugares es una preciosidad.
Claro, yo también pienso que mi vida es la que el Misterio permite y que estoy en sus manos y creo en la providencia pero la vida del sacerdote es otra distinta.
SM: Uno de los signos de vocación es darse cuenta de que no es algo nuestro pero es para nosotros, es decir, uno percibe libremente esa llamada y uno percibe que no es una autojustificación, ni un discurso propio el que uno está interiorizando, sino que uno reconoce que algo desde fuera, hay una realidad que a uno lo llama y uno puede corresponder con esto... Y ciertamente uno puede ver dificultades pero la decisión de la vocación viene porque en el fondo hay algo que te gusta, que te apetece; si eso no fuera así, ese signo de la vocación no sería autentico.
Uno no entra es esa realidad de la Iglesia porque tengo que reformar esto, es que tengo un compromiso para cambiar las cosas; es una cuestión más voluntarista, no es un proyecto, no es mi proyecto, de hecho uno es invitado a participar de esta realidad que es Su proyecto. «Me sedujiste, me dejé seducir» y hay dos voluntades que se aúnan: la voluntad de Dios, que llama, que empuja, y la aceptación personal de uno que se deja llevar en esa dirección sin saber adónde vas.
Supongo que tiene que haber modelos, porque yo pienso en mí misma jovencísima, examinándome y pensando a qué iba a dedicar mi vida y leyendo los reportajes de Maruja Torres, los artículos de Carmen Rigalt, las entrevistas de Pilar Urbano, yo deseé hacer lo que ellas hacían. En el caso de Jesús, ¿dónde viste esto realizado?
JV: A lo largo de la vida en muchos curas, pero por decirte algunos modelos de pequeño: el fundador del colegio en el que estudié, Juan María de la Mennais. Vu, ya desde niño, el sentido que tenía una vida entregada al servicio de las necesidades de los demás, no vivir para uno mismo sino vivir para los otros. Y luego un sacerdote mayor, de mi parroquia, con el que a lo mejor no me identificaba porque era muy mayor, pero era un hombre profundamente enamorado, con un corazón ardiente, que le oías hablar y te encendía y yo detrás de esto decía: «Este hombre tiene que vivir algo muy grande, pero cómo si no tiene familia, si vive solo, y esto me fue atrayendo a él y acercándome a él».
Es muy extraño que alguien venga al programa y reconozca con naturalidad que es feliz y esto, por ejemplo, pasa cuando vienen los misioneros. Muy rara vez encuentras otras personas, ni artistas, ni políticos, ni escritores... no se ve ni con artistas... Hablabas antes de que este señor viejo no tenía familia. Vosotros, para ser obispos, para ser sacerdotes, habéis prescindido de las chicas, no os vais a casar, no vais a tener hijos... Esto es muy fuerte.
JC: Es fuerte pero también es precioso, es decir, ejercer la libertad ahí es una llamada también. Efectivamente es colocar tu vida de otra manera y colocarla donde la fortaleza es vivir la pobreza también, desde ahí; donde la fortaleza es apoyarte en Dios, y donde la fortaleza es ir descubriendo, en las comunidades donde hemos vivido, donde nos hemos formado, en las que ahora tenemos, la fraternidad en la que vivimos y ahí ir realizando el proyecto de vida. Eso también satisface mucho. No es simplemente una renuncia, sino que es una apuesta por otra realidad que nos hace muy felices.
Santos, ¿crees que el Señor te va a compensar de no tener una mujer, unos hijos?
SM: Primero es una cuestión de opción, a uno se le invita, no porque sea malo…Los modelos de referencia no solo son modelos de vida sacerdotal, son modelos de vida cristiana donde ves que en la vida cristiana hay algo en este estilo de vida que llama la atención. Yo los modelos que he tenido, en mi familia, en amigos, en personas donde la fe nos hemos dado cuenta que es vida cristiana; no son momentos concretos, litúrgicos, específicos, sino que es vida cristiana. Es una forma de entender las cosas.
Cuando uno entra en esta forma de ver las cosas y se pregunta en esta búsqueda, cuando uno decide responder ante esta llamada, no está decidiendo entre algo bueno o malo, sino que uno entiende que se le exige esto y opta libremente, bien con las dificultades o discernimientos que tenga que haber, pero entendiendo que el que ve una meta que se le está indicando eso lleva consigo otras renuncias.
Me gusta que ver que sois hombres normales... Tenemos curas que conocen el mundo, que incluso han trabajado. ¿Alguno de vosotros ha tenido novia?
SM: Sí en la época de la universidad. Una chica y un chico que se gustan y salen pero con el tiempo se va viendo si eso cuaja o no y ya está.
¿Y alguno ha trabajado en empresas?
JV: Yo trabajé en la gestoría de mi padre pero llevando contabilidades de una forma sencilla porque rápidamente entré al seminario.
JC: A mí no me dio tiempo.
SM: Yo estuve en una empresa de productos químicos, en control de calidad. Bien, pero uno va viendo que no es eso, estando bien, teniendo un trabajo fijo, sueldo adecuado, pero cuando surge algo mejor…
Es estupendo verlos... ¿Qué le podemos decir a los oyentes si alguno está pensando en hacerse cura?
JV: Que merece la pena, que si de Verdad percibe eso en su corazón se fíe, que se lance, que se ponga en manos de otro cura, de alguien que pueda acompañarle a leer eso que está percibiendo. Los tres podemos decir que este camino ha sido un camino de mucha plenitud para nosotros y, lo que me parece todavía más importante, para mucha gente a nuestro alrededor. Nuestra felicidad está conectada a la felicidad de mucha gente con la que nosotros hemos caminado. Es un camino en el que uno vive feliz pero en el que uno hace feliz y ayuda también en el dolor, en el sufrimiento, a mucha gente.
JC: Es fundamental aprender a escuchar la voz de Dios en el corazón y pedir a otros que te enseñen a escucharla. Si alguien escucha la voz de Dios y empiezas a alucinar con eso vas a escuchar la llamada que Dios te hace en la vida, para lo que sea, pero escucharla como una llamada y responder sabiendo que estás en sintonía con Dios. Eso te hace ser cura o lo que sea.
¿Pero qué es la voz de Dios porque a lo mejor te flipas tú solo?
JC: Pero no te flipas tú solo porque no la escuchas solo, es decir, para la voz de Dios siempre vas a necesitar una comunidad alrededor, gente esté contigo, gente que te enseñe; a veces te enseñarán ir delante y otras detrás, pero siempre con gente. Yo siempre he contrastado con gente que me ha enseñado, que me ha acompañado y me ha dicho: «esto es una tontería tuya» o «esto es de Dios». Siempre hay que caminar con otros.
SM: Toda la vida es vocación y es bueno que los cristianos nos interroguemos sobre qué es esto de la vocación: la vocación es el preguntarse cada uno de nosotros qué es lo que Dios quiere de mí. Rezamos en el padrenuestro: «Hágase tu voluntad», bueno, pues uno tendrá que decirse y si me pidieras algo… Esa disponibilidad hace que se suelten muchas amarras.