“La pobreza más grande es no tener a Dios” afirma el Arzobispo de Madrid en la Vigilia de la Inmaculada

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Como viene siendo tradicional, la Catedral de la Almudena acogió el pasado 7 de diciembre la Vigilia de la Inmaculada Concepción. Presidida por el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, en su homilía recordó que “el Señor nos permite unirnos a su Santísima Madre y decirle con su misma voz un ‘sí’ sin reservas. Un sí que se nos invita a dar ante el amor respetuoso y delicado de Dios, que se presenta ante nosotros y nos dice también ¡alégrate! Llena tu vida y la de los demás de la alegría del Evangelio. Es un proyecto grande e inaudito que requiere ponernos siempre en manos de Dios, a la manera que lo hizo la Virgen María”. Por eso, invitó a los presentes a ponerse a disposición de Dios, “sin miedos, sin guardar nada para nosotros, abiertos totalmente y libres de esas ataduras que nos llenan de miedos y de perjuicios. Dejemos que Dios nos colme de su Amor con el Espíritu Santo”.

A continuación, planteó tres preguntas, “las mismas que Dios hizo al hombre desde el inicio mismo de la creación, después de la confusión que llegó a su vida fruto de querer ocupar el puesto de Dios. Son preguntas que en María Inmaculada han tenido respuestas claras, y que tienen una fuerza singular para todos nosotros y una capacidad para acercar a este mundo lo que más necesita: a Dios”. Por que “la pobreza más grande es no tener a Dios. Esta pobreza hace que nuestros encuentros con los demás sean con nuestras miradas y no con la de Dios que nos mira sabiendo que somos imágenes suyas y que ninguna se puede estropear”.

Así, la primera cuestión fue: “¿Dónde estás?”. “María estaba plenamente abierta a Dios. Vivía para Dios y, desde Él, se ponía al servicio de todos los hombres. Esto es lo que celebramos en el día de la Inmaculada: que esta mujer está llena de Dios y enciende la esperanza de salvación para todos los hombres… ¡Qué alegría contemplar en María y en toda su vida el haberse convertido en un recipiente en el que Dios ha ocupado toda su existencia y por ello es la única que recibe, contiene y da rostro a Dios… Su corazón y su vida están totalmente abiertos a Dios y, por eso, completamente penetrados por su gracia”. Para los hombres, dijo, María “es un espejo para mirarnos”. “Volvamos el rostro al Dios de la vida”, exhortó. “De espaldas a Dios nos llenamos de miedos y de angustias, construimos nuestra vida y la historia sin luz, sin verdad, sin vida. Descubrimos que los miedos paralizan la generosidad, la entrega, el servicio, el ver a quien está a mi lado en la riqueza de su imagen, como es ser hijo de Dios y hermano mío”. “El Dios verdadero es necesario en la vida personal y en la historia que juntos hacemos los hombres”, afirmó. “Llevemos y hagamos presente a Jesucristo. Es menester para ello llenarnos de Dios, de su gracia y de su amor. La Virgen María, en esta advocación entrañable de la Inmaculada, nos lo enseña”.

La segunda: “¿Quién te informa?”. Porque “es muy importante informarnos de la realidad en la que vivimos, de la constitución real de nuestra vida. María lo hizo”. Ella “escucha y construye su vida según Dios”. “Tengamos pasión por informarnos bien, exhortó. No nos encerremos en nuestras seguridades. Os invito a que os dejéis sorprender por Dios, a vivir siendo fieles a Él y a descubrir que solamente Él es nuestra fuerza”. “La Inmaculada Concepción nos invita a vivir sorprendidos, fieles, con y desde su fuerza, que en definitiva es vivir llenos de su gracia y amor”.

Por último, invitó a los presentes a preguntarse: “¿Qué es lo que haces?”. “Hagamos, como María: que nuestra vida sea hacer realidad el sueño de Dios… Dejemos que Él nos haga crecer cada día en su gracia, en su fuerza y en su amor. María se dejó penetrar por la Palabra de Dios”. “Como María, digamos a Dios ‘sí’”. “Como María, hemos de dar sabor, pues tenemos la vida de Cristo, y hemos de ser esa sal de la fe, de la esperanza y de la caridad que no puede perder fuerza y volverse insípida”.

“El Hijo de María se hace presente realmente en el Misterio de la Eucaristía”, recordó, al tiempo que exhortaba a darle “siempre a Él” porque “los hombres necesitan de Dios”. “Hagamos la cultura del encuentro, en la que la Eucaristía es central, pues en ella que es Él nos encontramos con todos los hombres y construimos sin descartar a nadie, es más, vamos buscando a todos”, concluyó.

Al finalizar la Eucaristía, fue leído el mensaje enviado por el Santo Padre para la Vigilia de la Inmaculada.