Misa de despedida de la Vicaría V en la Parroquia de Nuestra Señora de las Delicias

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Este martes, 7 de octubre, el Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, Arzobispo Emérito de Madrid Administrador Apostólico, presidió una Eucaristía en la Parroquia de Nuestra Señora de las Delicias con la que se ha despedido de los sacerdotes y feligreses de la Vicaría V. La celebración destacó por la afluencia de presbíteros y miembros de la parroquias de la zona. Y sobresalió la animación litúrgica, sobre todo los cantos, con un coro estupendo procedente de varias parroquias.

La ceremonia comenzó con unas breves palabras del Vicario Episcopal de la V, Ángel Matesanz, en las que aseguró que en la celebración “aunque no todos estamos presentes, todos estamos representados: desde las parroquias de San Cristóbal o Santa Bibiana a las de Cascorro; los barrios más castizos de la Arganzuela, con los vecinos de toda la vida, y los barrios que se van haciendo castizos con los vecinos que han llegado hace poco”.

“Ha querido usted despedirse de nosotros reuniéndonos en la Eucaristía. Revivimos hoy también, una vez más, el envío en misión que a lo largo de veinte años con tanta insistencia nos ha reiterado. Juntos, damos gracias a Dios por las cosas buenas que hemos podido vivir en este tiempo: la comunión de la Iglesia que con tanto empeño ha querido fortalecer, el gozo de anunciar el Evangelio”.

Recordó de manera especial el “plan pastoral que precedió al Año Jubilar 2000: Fortalecer la fe y el testimonio misionero de todo el Pueblo de Dios. Al releer aquellas propuestas comprobamos que no ha dejado de resonar en nosotros durante estos años la llamada a anunciar a Jesucristo, a hacer presente en el mundo la verdad, la vida y la fuerza del Evangelio, decíamos entonces”. También evocó “los trabajos de preparación del Tercer Sínodo Diocesano. Los grupos Sinodales en cada parroquia, en los movimientos”. Aseguró que “cada jornada del Sínodo, en un ejercicio de contraste, pero de comunión fraterna al mismo tiempo, buscábamos los modos más aptos para la transmisión de la fe” y que fue “inolvidable la audiencia de Benedicto XVI a los Sinodales de Madrid: ‘La comunidad de los creyentes, nos dijo, ha de ser portadora de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es, ante todo, comunicación de la Verdad’”.

Explicó que “las Constituciones del Sínodo y la evolución de la sociedad hicieron que nuestra mirada y nuestro trabajo se volviera a los jóvenes -la Misión Joven sirvió de preparación y entrenamiento para lo que habría de venir después- y luego a la familia: Vive la familia. Con Cristo es posible. El lema no era voluntarista, sencillamente expresaba la certeza que da la fe”. Además, “el recuerdo de la JMJ lo tenemos mucho más vivo, por lo cercano y lo impresionante del acontecimiento. El esfuerzo gigantesco de esos días no oscurece, sino que agranda la confesión de fe que repetíamos: ‘Arraigados y edificados en Cristo. Firmes en la fe’”. Y la Misión Madrid.

“Al repasar” todos estos acontecimiento “en nuestro corazón”, aseguró, “brota la alabanza a Dios, la alegría y el agradecimiento”. Por eso, apuntó, “sólo en cierto sentido podemos hablar de despedidas”, ya que “en realidad permanecemos todos en la comunión de la Iglesia, cada uno según su vocación, compartiendo la fe, la acción de gracias y el servicio”.
En su homilía, el Cardenal habló de la Iglesia misterio de comunión, y subrayó que los conceptos comunidad y sociedad se quedan cortos para expresar lo que es la Iglesia: comunión con el Dios Uno y Trino, comunión de los hombres en Cristo, comunión que nos abre a la Iglesia del cielo. En este sentido, aludió a la Virgen María y a la fiesta litúrgica del Rosario, que se celebraba ese día, con su origen histórico en la batalla de Lepanto. También recordó que la comunión era su lema episcopal. Además, desarrolló cómo la comunión lleva a la misión. Y aprovechó para evocar algunos hitos diocesanos vividos durante estos últimos 20 años de ministerio episcopal, desde su primera Carta Pastoral a la JMJ celebrada en 2011.

Al concluir la Eucaristía, el Cardenal manifestó su serenidad y cercanía en el saludo personal a los fieles que asistieron a la celebración, y a los sacerdotes que compartieron con él la cena.