Marie Claire Silatchom, Misionera Dominica del Rosario: «Estoy dispuesta a ir donde mis hermanas me envíen, porque hay misión»

Marie Claire Silatchom, Misionera Dominica del Rosario: «Estoy dispuesta a ir donde mis hermanas me envíen, porque hay misión»

  • Titulo: Infomadrid/ M.D.Gamazo
  • Firma: Marie Claire Silatchom, Misionera Dominica del Rosario: «Estoy dispuesta a ir donde mis hermanas me envíen, porque hay misión»
  • Fin Agenda: 16-04-2024

El 21 de abril, domingo del Buen Pastor, se celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas. Este año, con el lema Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros.

La hermana Marie Claire Silatchom pertenece a las Misioneras Dominicas del Rosario, una Congregación que «nació el 5 de octubre de 1918 en Selva Maldonado, en la Amazonía peruana. Nuestro carisma es 'Evangelizar a los pobres en las situaciones misioneras donde la Iglesia más lo necesita', pero con una opción especial por las mujeres, ya que son las más marginadas. Y por los más pobres, sobre todo aquellos que están despojados de lo más esencial, para que salgan adelante».

Pero esta joven camerunesa no sabía nada de esto cuando se topó con las hermanas. «Yo nací en Bandjoun, una pequeña aldea en el Oeste de mi país, Camerún. Era un pueblo católico, pero no había religiosas. Cuando yo era pequeña, con unos 5 o 6 años, ayudaba al sacerdote en Misa, como monaguillo. Y algo me tocaba el corazón cuando le veía. Como vestía con sotana, pensaba que era una mujer, y yo me decía: 'quiero ser como ‘ella''. En aquella época, en mi pueblo las mujeres no llevaban pantalón, y como veía a una persona que vestía como las mujeres de mi aldea, con una túnica larga, pensaba que era una mujer. Y yo seguía con la idea de querer ser como ‘ella’, por lo bien que hablaba de Dios. Hay que tener en cuenta que yo era muy pequeña…».

Así narra los inicios de una vocación religiosa que nació en el corazón de una niña. «Un día me di cuenta de que el sacerdote era un hombre, porque descubrí que llevaba pantalones. Y me llevé una gran decepción, porque como yo no podía ser hombre me preguntaba cómo hacer para vivir lo que estaba sintiendo dentro de mi corazón. Era como un fuego que me quemaba». Poco tiempo después obtuvo respuesta a esa pregunta. «Un año o dos más tarde llegaron las religiosas a mi parroquia. Eran Misioneras Dominicas del Rosario. Abrieron un centro de salud, atendían a la gente, paseaban por el barrio, saludaban a todo el mundo… Y a mí me ataría su manera de ser. Eran españolas, y abrían sus puertas a todos. Cuando yo las veía trabajar, acoger, atender a la gente, incluso en la escuela de primaria, me decía: es aquí donde me quiere el Señor». Así que, animada por esa seguridad, «fui a hablar con ellas, y las dije: ‘quiero ser como vosotras. ¿Qué tengo que hacer?’ Yo no sabía lo que era la vida religiosa, pero quería ser como ellas».

Hermana Claire Jovenes

Primeros pasos de una vocación

La respuesta que recibió en aquel momento, «estudiar», no entraba dentro de sus planes. «Me dijeron que tenía que estudiar, hacer Bachillerato y trabajar para comprender qué es la vida. Además, querían que ganara dinero para ayudar a mis padres y a mi familia, y luego ver si podía desprenderme del dinero y descubrir si era capaz de vivir así». Asegura que «no quería estudiar. Y pregunté a las religiosas si Jesús se fue a clase antes de hacer el bien. Yo quería entrar en la Congregación ya. Pero me convencieron de que tenía que estudiar antes de ser como ellas».

Así las cosas, continúa, «estudié y terminé Bachillerato. En mi país, en secundaria puedes optar por lo que quieres ser, y aunque a mí me gustaba ser enfermera decidí ser profesora porque de otro modo no podría tener un trabajo remunerado antes de entrar en el convento. Así que terminé los estudios y trabajé durante dos años como profesora, ganando dinero». Una vez completada esa etapa, «me enviaron a la casa de formación que había en la República Democrática del Congo, porque en mi país no tenían. Entonces, el postulantado y el noviciado se hacía en el Congo».

En este país africano, señala, «realicé mi primera misión. Me destinaron al norte del país, a trabajar con los pigmeos. Era un pueblo marginal, explotado por los bantúes: les empleaban en el campo, pero al final del día no les pagaban, sino que les daban una bebida alcohólica para que se emborracharan. No recibían salario, ni comían. Y nuestro objetivo era concienciar a los pigmeos de sus derechos, y a los bantúes para que les respetaran. Además, atendíamos un centro de salud, porque ellos utilizaban hierbas, pero no lo podían curar todo. Allí había dos religiosas españolas desde hacía mucho tiempo, y yo trabajé con ellas durante dos años».

Hermana Claire Misiones

Formación

Su siguiente destino fue Perú. «Mi llegada a la cuna de nuestra Congregación fue porque los superiores pensaban que podía ayudar en la formación de las jóvenes que pedían entrar en el convento. Y me enviaron a Lima, que era donde se hacía esa preparación. Después de estar en la cuna de nuestra Orden, regresé al Congo. Y empecé a sentir deseos de estudiar para ser enfermera. Comencé mis estudios en el Congo, pero estalló la guerra y cerraron la Universidad, así que me hicieron volver a Camerún para terminar mis estudios. Cuando me licencié, me destinaron a un centro de salud que llevaban las hermanas. Y, después, a Kinsasa, la capital del Congo, para ser formadora».

Al cabo de dos años, prosigue, «me mandaron a mi país, para trabajar en la pastoral vocacional y el apostolado que me confiaran.  Así que pasé unos años en mi tierra. Salieron algunas vocaciones, aunque no todas perduraron. Conseguimos vocaciones después de mucho trabajo, porque en mi pueblo era difícil. Así que abrieron una nueva comunidad en Yaundé, la capital política del país, porque nos ofrecía más posibilidades. Además, queríamos llegar a más lugares, y no centrarnos en una única diócesis. Así que abrimos una comunidad para trabajar en el campo del apostolado y las vocaciones». De su estancia en esta ciudad camerunesa, recuerda su contacto con Manos Unidas. «Con su ayuda, abrimos un centro de salud, en el que trabajé durante un tiempo, hasta que me enviaron a Madrid».

Hermana Claire Bebes

Testimonios misioneros

Desde hace año y medio, la hermana Silatchom vive en la capital de España. «Hubo Capítulo General de la Congregación, y me nombraron miembro del Consejo General. Por eso tuve que venir a Madrid, para un mandato de seis años. Soy consejera general para la Comunicación y la Misión, y me encargo de nuestra página web, de recuperar artículos de hermanas y de animarlas a que escriban para difundir las obras que estamos realizando. También tengo que valorar qué misiones hay que mantener y reforzar, y ver dónde enviar a hermanas para misiones». Además, «represento a la Congregación en el SCAM. Y doy testimonios misioneros», como el que está ofreciendo esta semana en Guadalajara. «Atender las peticiones de las diócesis, del DOMUND o de Manos Unidas, para que ayude en sus necesidades, es otra de mis funciones», afirma.

Reconoce que «en los testimonios que ofrezco, lanzo preguntas. Y es curioso: a los jóvenes les atrae el voluntariado en el tercer mundo. Eso es lo que más les motiva cuando se habla de misión. Pero yo les insisto. ¡Hay tanto que hacer! Tenemos pocos curas, porque hay pocos jóvenes. Y les pregunto directamente: ‘¿por qué no quieres entrar en la vida religiosa?’. Pero nadie contesta… Sueltan una risa nerviosa, pero no dicen nada». A pesar de todo, esta misionera que ha dedicado gran parte de su vida a la formación de novicias, no ceja en su empeño. «No dicen ‘no’ a la vida religiosa. No dan motivos para su rechazo. Y yo sigo diciendo: si la gente lo tiene todo, pero no tiene a Dios, que es lo fundamental de la vida, entonces no tienen nada. Y para tener a Dios, hay que tener a gente que hable de Dios. ¿Por qué no habláis vosotros de Dios? ¿Por qué no hacéis como ellos?». «Yo sigo animando -continúa-. Insisto en que tienen que estar atentos a lo que dice el Señor en su corazón. Hay que escuchar lo que Dios les está pidiendo. Pero, para eso, hay que tener silencio». A pesar de los pocos frutos, en apariencia, «yo soy consciente de que estamos sembrando. Tarde o temprano quizá salga algo».

Centro Salud Africa24

Vocaciones misioneras

Confiesa que «en América y Europa, cada vez tenemos menos vocaciones. Hoy, para las Misioneras Dominicas del Rosario, África y Asia son nuestra esperanza. En Asia, estamos presentes en India, Timor, Macao, Vietnam, Indonesia, Filipinas… Hay incluso más vocaciones que en África, donde tenemos un noviciado continental con jóvenes de Camerún, Mozambique, República Democrática del Congo y Angola, que son los cuatro países donde estamos presentes en este continente. Depende de los años, el número de novicias varía, aunque no todas perseveran. A veces, porque descubrimos que no es su vocación y hay que reorientarlas… Otras veces, lo descubren ellas mismas. Pueden entrar muchas jóvenes, pero no todas llegan hasta el final», asevera.

A pesar de todo, confía en Dios. «De mi época éramos cinco, y soy la única que continúa», sonríe. «Yo hice mis primeros votos en 1989, y los perpetuos en 1995. Y no me arrepiento del camino elegido. Para nada. He pasado cosechando alegría y felicidad, y también he vivido momentos muy difíciles. Pero este fuego sigue quemándome. Y estoy dispuesta a ir donde mis hermanas me envíen, porque hay misión». «Me hubiera gustado quedarme en mi tierra -dice-. Mi mamá falleció cuando acababa de llegar a Madrid. Yo había estado a su lado, acompañándola. Pero esto entra dentro de los sacrificios que acepté cuando entré en la Congregación. Sé que mi mamá, desde el cielo, continuará rezando para que siga feliz, haciendo lo que Dios quiere. Mis padres no podían tener hijos, y yo he sido la primera después de 10 años de matrimonio. Además, tengo un único hermano, que es sacerdote en mi diócesis nativa. Así que, primera chica, y solo un hermano, y los dos entregados a Dios», concluye feliz.

Misioneras Dominicas Vocaciones24