La ciudad de Oviedo acogerá del 25 al 28 de julio la Mariápolis que organiza cada año el Movimiento de los Focolares. Javier Rubio (Cuenca, 1958), miembro del equipo encargado de la organización, pertenece a Los Focolares. Y, durante los últimos 26 años, ha trabajado y también dirigido la revista Ciudad Nueva, que en su nueva etapa se ha rebautizado como LAR. Con él hablamos de este encuentro.
«Las Mariápolis -explica- son el tipo de convivencias que organiza el Movimiento de los Focolares. Nacieron en Italia a finales de los años 50 y luego se han ido difundiendo por todo el mundo. La primera que tuvo lugar en España fue en 1964, en Solsona. Suelen tener una secuencia anual, a veces de ámbito nacional y otras de ámbito local».
«Probablemente -indica- la función inicial de estos encuentros fue propiciar la posibilidad de reunir a los miembros del Movimiento. Con el tiempo, a medida que se difundía, la Mariápolis abría sus puertas a todo el que quisiera conocer los Focolares. Hoy diríamos que son encuentros de “perseverancia” para quienes ya lo conocen, pero también de “primer anuncio” para quienes no lo conocen».
Tradiciones asturianas
«Tradicionalmente, -comenta-, a veces en función de las posibilidades logísticas, ya que algunas Mariápolis han llegado a reunir a más de mil personas, y otras veces en función de la modalidad del encuentro, tipo ejercicios espirituales, tipo convivencia, tipo vacacional…, se ha tratado de buscar el lugar más adecuado. En los últimos años también hemos intentado promover el acercamiento a distintas ciudades con el fin de entrar en la cultura del lugar: Cazorla, Lugo, Azpeitia, Granada, Cuenca o Astorga son ciudades bien distintas. ¿Por qué Oviedo? En esta ciudad hay, desde hace poco, un focolar femenino (focolar Camino de Santiago), y nos pareció una buena oportunidad para interactuar con las tradiciones asturianas».
«Si no me equivoco -confiesa- se han inscrito unas 330 personas para participar en la Mariápolis de este año, con edades comprendidas entre los 0 y los 88 años. Los menores de edad son algo más del 10%, mientras que el sector mayoritario, de 50 a 70 años, llega al 47%. Los participantes proceden de 16 comunidades autónomas, y el grupo mayoritario es el de Andalucía. De Madrid creo que iremos unos 70».
Encontrarse consigo mismo
«No somos los únicos que promueven este tipo de encuentros -asegura-, aunque los formatos sean distintos. Yo creo que hay una necesidad real de pararse y encontrarse consigo mismo. Hay necesidad de navegar por esa interioridad a la que prestamos poca atención. Los Focolares pueden ofrecer su típica espiritualidad, que pone el acento en “llegar a Dios a través del hermano”. Por eso la norma básica de las mariápolis es el mandamiento nuevo de Jesús: “amaos como yo os he amado”».
Javier Rubio confiesa que «el recuerdo más vivo que tengo de la primera Mariápolis a la que fui (tenía 17 años) no son las charlas que escuché ni las actividades que hicimos, sino los encuentros de grupo y las relaciones personales. Estoy convencido de que abrirse y donarse a otras personas, además de “liberarte” de ti mismo, abre la puerta a una presencia de Dios distinta a la que encontramos en la liturgia o en un sagrario. ¿Acaso no dijo Jesús: “donde dos o más esté reunidos en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos”?».
«Si me remito a las impresiones que he podido oír -apunta-, creo que quienes logran hacer la experiencia a fondo notarán que algo en la vida les ha cambiado. Estarán más atentos a las personas que les rodean y a lo que ocurre a su alrededor. Algunos se han sentido más atraídos a Dios y a los sacramentos de la Iglesia, otros en cambio han seguido en sus convicciones no religiosas, pero concuerdan en que es necesario promover la idea de fraternidad universal y vivirla. Ciertamente, según el momento vital de cada participante, la huella que deja la Mariápolis es más o menos profunda», concluye.