Cardenal Osoro, en la vigilia de oración: «Pensad en nuestra gran ciudad: hay hambre de Dios, de vida, de fraternidad»

  • Titulo: Infomadrid / Carlos González

El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, reunió, un viernes más, a los jóvenes de Madrid para rezar, a los pies de Jesús, en la catedral de Santa María de la Almudena. A pesar del frío que sacudía el centro de la capital, fueron muchos los fieles madrileños que compartieron la cena con bocatas en la plaza de San Juan Pablo II y la ya tradicional vigilia de oración Adoremos

Entrados de lleno en el tiempo de Cuaresma, el prelado comenzó haciéndoles «una propuesta» para escuchar el Evangelio con una originalidad especial: «Nos dice que el Señor fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo». Por ello, «me gustaría que esta noche hiciésemos una composición de lugar diferente». El desierto representa el lugar donde no hay vida, señaló, «representa soledad, crea indiferencia y, por ello, vienen tentaciones tremendas». De esta manera, el arzobispo les invitó a imaginarse que las grandes ciudades de hoy son un gran desierto. «Nosotros estamos viviendo en una gran ciudad y, por un momento, imaginaos que es el desierto». Así, para afrontar los problemas de su día a día, les propuso a los jóvenes presentes tener la experiencia de «vivir en el desierto».

Haciendo alusión a las palabras del Evangelio, donde se refería a las tentaciones que padeció Jesús, el cardenal aseveró que «Jesús tuvo hambre». De igual modo, «pensad en nuestra gran ciudad: hay hambre de Dios, de vida, de fraternidad, con situaciones tremendas de orfandad». Así, «uno se siente sin familia, sin referencias, situaciones de injusticia, faltas de verdad...». En ese desierto, de tantas situaciones encontradas, alegó, «hay hambre».

En esa situación de orfandad, continuó el arzobispo de Madrid, «la gente no está feliz» porque «tienen en lo más profundo de su corazón deseos inmensos de Dios, aunque no nombren a Dios y aunque a lo mejor no sepan que es Dios». Y ahí «es donde más se manifiestan las rupturas, los enfrentamientos, las divisiones, las protestas de todo tipo» y donde, al fin y al cabo, «la fraternidad se rompe». De esta forma, les invitó a vivir esta Cuaresma con la experiencia de «estar en el desierto», con esa necesidad de «quitar el hambre, no buscar solamente el poder, el bienestar, el dinero, la explotación y el robo de la dignidad del ser humano».

El prelado, además, les animó a escuchar a Dios en el desierto; a sentir «esa palabra que nos dice a todos que lo más importante en la vida, el derecho fundamental que tiene todo ser humano, es amar a Dios y al prójimo como uno mismo y amarle como Dios lo ama». Además, «salir por el desierto de este mundo», pero «no solos, no a vuestro aire» porque «es un desierto con mucha gente, pero con grandes soledades». Y ahí, en ese desierto, «adorad a Jesucristo».