El 1 de octubre de 1994, el semanario del Arzobispado de Madrid Alfa y Omega llegó a los quioscos de la mano de La Información de Madrid. Ya en esa primera etapa, en la que se publicaron 40 números, el deseo era «fortalecer la fe de los creyentes y estimular el deseo de esa fe en quienes buscan el camino, la verdad y la vida», informando «rigurosa y profesionalmente sobre la vida de la Iglesia». Tras unos meses sin editarse, el semanario volvió a los quioscos el 9 de diciembre de 1995 junto con ABC.
A caballo entre el 25 aniversario del primer Alfa y Omega y los 25 años de fructífera relación con el centenario diario nacional, la publicación editada por la Fundación San Agustín estrena curso con un rediseño completo tanto de su versión en papel como de su página web alfayomega.es.
«Todo cambia a una velocidad de vértigo. Nuestro tiempo es así. Hay que estar preparados para contarlo lo mejor posible, sabiendo de antemano que esto que ahora presentamos también se gastará. Es un momento oportuno para revisarnos a fondo y atender las demandas de las nuevas audiencias», subrayan desde la redacción, que ha trabajado codo con codo con Errea Comunicación.
Felicitación del Papa
El Papa Francisco se une a la acción de gracias por estos 25 años «de abundantes frutos de evangelización» desprendidos de la labor comunicadora de Alfa y Omega. Así comienza la carta, remitida al director del semanario y de Medios de la diócesis, Rodrigo Pinedo, desde la Nunciatura Apostólica en España y firmada por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de Su Santidad.
Gracias a la intercesión de uno de los colaboradores, Lucas Schaerer, argentino cercano al Pontífice, Francisco ha sido conocedor del 25 aniversario. Además de saludar a los miembros de la redacción, el Papa los ha invitado a «seguir sosteniendo este generoso esfuerzo, encaminado a crear un sano espíritu crítico sobre la realidad social, basado en una información veraz y una seria reflexión».
De este modo, continúa la misiva, el trabajo del semanario «será capaz de iluminar los grandes retos del mundo actual con la esperanza cristiana que brota de la luz del Evangelio». Como acostumbra en sus cartas, Francisco ha pedido oración, ha invocado la protección de la Virgen «a todos los que colaboran en esta tarea», y ha impartido al equipo la bendición apostólica.