Madrid

Día de piscina y juegos en la colonia urbana de Cáritas Vicaría VII

  • Titulo: Cáritas

El martes, 19 de julio, tanto el grupo de los pequeños como el de los mayores disfrutarán de las piscinas, una de las actividades más solicitadas siempre por los niños, y más sobre todo estos días de intenso calor.

Por su parte el grupo de los medianos se quedará en el Centro para realizar juegos cooperativos, donde lo importante no es competir, si no que el objetivo que se busca es común y se gana o pierde como grupo. Estos juegos cooperativos promueven la participación y actitudes de empatía, coordinación, comunicación y solidaridad. Después del almuerzo realizarán un Taller de Máscaras, con platos de plásticos y otros materiales reciclados con los que seguramente realizarán unas bonitas y creativas máscaras. Y después de la comida juegos de mesa, hasta que lleguen el grupo de los más pequeños y grandes de la piscina.

Fiesta patronal de la parroquia Santas Justa y Rufina

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En el día de su festividad litúrgica, el martes 19 de julio, la parroquia Santas Justa y Rufina (c/Santa Aurea, 7) celebrará su fiesta patronal. Y lo hará con una Misa solemne que dará comienzo a las 19:30 horas, presidida por el párroco, Pedro Saz.

La parroquia celebró su fiesta con la feligresía el pasado mes de junio, coincidiendo con el fin de curso escolar, antes del inicio del periodo vacacional. En la actualidad, atiende a una población de unos 10.000 habitantes.

Historia

Las santas Justa y Rufina nacieron por los años 268 y 270 respectivamente en Sevilla. Era de familia de clase ilustre y distinguida, que vivían sencillamente. Sus padres se preocuparon porque recibieran la mejor educación, al tiempo que les enseñaron el tremendo horror al pecado y el especial amor a la virtud; a rezar todos los días a la Virgen Madre de Dios; y a amar a Jesús, a quien consagraron su virginidad y a quien amaban con especial predilección.

Huérfanas desde muy niñas, el obispo de la ciudad, amigo de la familia, las visitaba con frecuencia para animarlas a perseverar en la virtud y a que emprendieran un oficio para poder ganarse honradamente la vida. Así, montaron en la Puerta de Triana un negocio de alfarería en medio de un ambiente que no les era favorable, ya que los cristianos eran perseguidos a muerte. Para hacerse fuertes empezaban el día oyendo misa y orando. Durante la jornada despachaban en su tienda y atendían las faenas de su propia casa. Eran especialmente caritativas con los pobres. No obstante, su mayor preocupación era la conversión de los paganos. Rezaban por ellos y siempre que tenían ocasión aprovechaban para anunciar el Evangelio y enseñar las verdades de la fe a los ignorantes gentiles. Cuando la persecución era más recia, muchos cristianos amigos pasaban por su tienda para desahogarse mutuamente y animarse en secreto a perseverar en la oración y la penitencia, para estar preparados para lo que Dios quisiera de ellos.

En Sanlúcar la Mayor había un bosque y un templo dedicados a la diosa Salambona. Construida de barro cocido, estaba hueca como un botijo y sujeta por dentro a un armazón de hierro. En aquellos tiempos, el día mayor de fiesta en Sevilla era el primero de junio: se sacaba a la diosa en procesión por toda la ciudad, y varias muchachas iban delante pidiendo limosna para el culto. Al llegar a la casa de las Santas, ellas respondieron que solamente adoraban al verdadero Dios creador del mundo y de todas las cosas, y que no contribuirían al culto de una ridícula imagen de barro. Las muchachas paganas las denunciaron por blasfemas, y los miembros del cortejo destrozaron su exposición de cacharros. Para demostrarles el poco poder de su ídolo, las hermanas le arrojaron algo pesado, con lo que quedó destrozado en mil pedazos.

Las cogieron presas y las llevaron atadas, entre insultos y malos tratos, hasta el Palacio de Justicia. La muchedumbre pedía a gritos su muerte. El Prefecto mandó que las llevasen a la cárcel para castigarlas por el ultraje hecho a la diosa. Ofreció a las hermanas la posibilidad de salvarse, pero ellas no aceptaron adorar a sus dioses. Así, sufrieron los más terribles suplicios: el potro, donde las descoyuntaron los huesos; desnudas, con uñas de hierro les arañaron todo el cuerpo surcando con indecible dolor sus carnes. Abandonadas en los oscuros calabozos, oraron fervorosamente a Dios y se encomendaron con especial ternura a la Reina de los Cielos. El oscuro calabozo se iluminó con celestial resplandor apareciendo en medio de la luz la Virgen Santísima, tan hermosa que les desaparecieron todos los dolores, y, arrobado el espíritu en dulcísimo éxtasis, sintieron en su alma delicias celestiales.

Al día siguiente, bajaron de nuevo los verdugos y, atándolas a unas argollas del techo por los cabellos, las flagelaron a latigazos. Solo cuando las creyeron expirando, las descolgaron y las abandonaron en el suelo, envueltas en su propia sangre. Y antes de abandonarlas, les arrancaron las uñas de los pies. Como nuevo castigo, las ataron a las colas de dos caballos y las llevaron a dar un paseo por lo más abrupto y pedregoso de Sierra Morena. Al terrible dolor de los pies, cada vez más hinchados, se añadía el sofocante calor y el cansancio. Cuando su fatiga llegó al extremo de no poder dar un paso, y agobiadas por los dolores cayeron desvanecidas, fueron trasladadas en los caballos a Sevilla, para que volvieran con vida.

Encerradas de nuevo en los calabozos, Santa Justa tenía calentura y le subió la fiebre. Pidió agua a su hermana, que se puso a rezar y el agua empezó a manar: bebieron las dos la que quisieron. El obispo Sabino, habiendo expuesto su vida y dando mucho dinero a los guardias para que lo dejasen pasar, les dio la absolución y la Sagrada Comunión. Justa falleció esa noche.

Al día siguiente, iban a ser llevadas al anfiteatro para luchar con los leones, y morir entre sus garras. Como una estaba muerta, el Pretor mandó salir a Rufina, que estaba tranquila y serena, y que caminó con paso seguro y firme hacia el centro de la arena, donde se postró de rodillas y, elevando el rostro al cielo, hizo fervorosa oración. El león, hambriento, se acercó a ella, pero una vez a su lado se puso a lamer sus pies. El público, indignado, pidió su muerte, y el verdugo cortó su cabeza: tenía 18 años.

El obispo Sabino recogió sus restos por la noche para darle cristiana sepultura en el cementerio de los cristianos, donde también había enterrado a su hermana. Este cementerio estaba en el mismo sitio donde está hoy la iglesia de los PP. Capuchinos de Sevilla, en la llamada Ronda de Capuchinos. En este mismo lugar hubo antiguamente un templo más pequeño que llamaban La Basílica de las Santas Justa y Rufina, y cuenta la tradición que el obispo San Leandro, muy devoto de las Santas, lo visitaba asiduamente. Como el templo era pequeño y estaba ruinoso, lo mandó reconstruir mayor, y puso en la fachada una inscripción en latín que decía: «Esta es la casa de las santas vírgenes Justa y Rufina».

Eucaristía en la Milagrosa con motivo del 186 aniversario de Juventudes Marianas Vicencianas

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El Secretariado Internacional Juventud Mariana Vicenciana (JMV) organiza una Misa con motivo del 186 aniversario de su existencia.Programada para este lunes, 18 de julio, dará comienzo a las 20:00 horas en la basílica de La Milagrosa (c/García de Paredes, 45 – Metro Alonso Cano y Gregorio Marañón).

Historia

Tanto san Vicente de Paúl, fundador de los Misioneros Paúles, como santa Luisa de Marillac, con quien fundó a las Hijas de la Caridad, desde sus orígenes, inculcaron en sus hijos e hijas un amor y devoción profundos a María. Fruto de esto fue la pequeña Catalina, una sencilla campesina, en proceso de crecimiento y buenas costumbres a lo largo de su niñez, adolescencia y juventud. Siente la llama en su propio lugar natal, Fain Le Moutiers e ingresa en la Compañía de las Hijas de la Caridad, en París, como postulante en 1829, y en el Seminario, en 1830, en la Casa Madre. La misión que Dios le confía, a través de María, se conoce a través de las Apariciones de la Virgen Inmaculada. Todo un modelo para los jóvenes de hoy, en el año 1947 tuvo lugar el reconocimiento de su santidad por parte de la Iglesia.

La Asociación Mariana comienza en 1830. Así lo expresa sor Catalina Labouré en su comunicación al P. Aladel, su director: «La Santísima Virgen quiere de usted una Misión: quiere que dé comienzo a una orden, de la cual usted será su fundador y director. Se trata de una cofradía de Hijos e Hijas de María». Otro de los mensajes de la Virgen fue la de mandar acuñar la Medalla Milagrosa, que también será la insignia de la asociación. El mensaje total de las diversas manifestaciones marianas incidirá en la vida, desarrollo y consolidación del grupo naciente, y a lo largo de toda su historia.

Las primeras hijas de María se organizaron en grupos por distintos lugares de Francia. De 1835 a 1847 se formaron los quince primeros grupos. La primera hija de María se llamaba Benigna Hairón, procedente como otras muchas de los internados que llevaban las Hijas de la Caridad. Las primeras reuniones se denominaban Cenáculos Marianos. El superior general, P. Etienne, obtiene la aprobación pontificia dada por el Papa Pío IX el 20 de Junio de 1847. Dicha aprobación se extiende en 1850 a la rama masculina. El superior general de la Congregación de la Misión puede establecer la sociedad piadosa bajo el título de la Inmaculada Virgen María en todas las casas de la xongregación en el mundo.

De 1848 a 1870 la expansión, fuera de Francia, abarcó a varios países de Europa y de otros continentes: Asia (Filipinas, Líbano), África (Egipto) y otros en América. Se contaban 338 centros en funcionamiento. El 19 de septiembre de 1876 el Papa Pío IX firma un breve por el cual permite que las jóvenes que no eran alumnas de los colegios de las hermanas puedan pertenecer a la Asociación.

Como grupo apostólico es uno más en la Iglesia, desde su aprobación pontificia en 1847. La asociación tiene como modelo a María. Por eso, sus miembros tratan de contemplarla en los distintos aspectos con que la propone la Iglesia: Mujer creyente, Mujer orante y Madre de la Iglesia.

El apostolado de evangelización y servicio lo realizan sus miembros al estilo vicenciano siguiendo a san Vicente de Paúl, al servir a los pobres y marginados de la sociedad en los servicios constantes y periódicos que la asociación o la comunidad de JMV les oferta, y de acuerdo con la edad y maduración de su fe. Esta es la nota carismática de todo JMV.

Más información sobre la el movimiento y su historia en la web.

Aún quedan plazas para el Jubileo de los catequistas con el Papa en septiembre

  • Titulo: Delegación de Catequesis

La Delegación Episcopal de Catequesis invita a todos los catequistas de la diócesis a participar en Jubileo de los catequistas que tendrá lugar en Roma del 22 al 25 de septiembre presidido por el Papa Francisco. El programa de la peregrinación es el siguiente:

Jueves 22 de septiembre: Madrid – Roma

Presentación en el aeropuerto a la hora indicada. Salida en vuelo regular con destino Roma. Llegada y visita panorámica en bus de la ciudad. Almuerzo. Por la tarde, visita de las plazas de Roma: España, Navona, Fontana de Trevi, Popolo. Celebración de la Eucaristía. Cena y Alojamiento.

Viernes 23 de septiembre

Desayuno. Visita de San Pedro y las catacumbas de san Calixto, un complejo de casi 20 kilómetros de galerías subterráneas. En ellas se enterró a decenas de mártires, 16 Papas y muchísimos cristianos. Celebración de la Eucaristía. Almuerzo.

Por la tarde, visita guiada de la Roma antigua: arco de Constantino (situado en la plaza del Coliseum y con una altura de casi 25 metros); foros imperiales (el más importante el foro de Trajano, bibliotecas, templo de Divo Trajano, una estatua ecuestre del emperador, y la columna trajana), Seguidamente, recorrido del Coliseum, uno de los grandes símbolos de la ciudad. El nombre Coliseum deriva de la colosal estatua de Nerón en bronce que existía en este lugar.

A las 18:00 horas habrá catequesis por grupos lingüísticos sobre Miserando atque eligendo: Contemplar la Misericordia a partir de la obra de Caravagio. La vocación de San Mateo (capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses. Traslado al hotel. Celebración de la Eucaristía. Cena y alojamiento.

Sábado 24 de septiembre

Desayuno. Asistencia a las iglesias jubilares. Visita guiada de Santa María La Mayor, la única que ha conservado la estructura paleocristiana.

Santa Práxedes, fue un encargo del Papa Adriano I alrededor del año 780, construida encima de los restos de una estructura del siglo V. Fue diseñada para albergar las reliquias de las santas Práxedes y Pudenciana, las hijas de san Pudencio, tradicionalmente el primer converso cristiano de san Pablo en Roma. Celebración de la Eucaristía. Almuerzo.

Por la tarde, visita guiada de San Pablo Extramuros, es la segunda basílica mayor, de Roma, después de San Pedro, situada a once kilómetros. Según la tradición es el lugar donde el apóstol Pablo fue enterrado. A las 17:00 horas, traslado para visita de la basílica de San Juan de Letrán, considerada la catedral de Roma, fue la iglesia principal y residencia de los Papas desde el emperador Constantino hasta la construcción de San Pedro. A continuación, vísperas y testimonios en la misma basílica. Cena y alojamiento.

Domingo 25 de septiembre

Desayuno. Traslado al Vaticano para asistir a la Santa Misa con el Santo Padre en la plaza de San Pedro con motivo del Jubileo de los catequistas.

A la hora indicada, traslado al aeropuerto para embarcar en vuelo regular con destino Madrid.

Para más información puede visitarse la web de la Delegación de Episcopal de Catequesis.