Monseñor Carlos Osoro, que tomó posesión de la archidiócesis de Madrid el pasado sábado 25 de octubre, mantuvo ayer lunes 27, un encuentro con periodistas en el que habló del “desafío de una espiritualidad misionera”, que nos ayude a vencer el “individualismo” y la “caída de fervor”.
Para monseñor Osoro, “una iglesia particular que se encierra en sí misma no es la Iglesia de Cristo”, por eso, aunque todavía no conoce bien la situación de los misioneros madrileños, consideró “prioritaria” la tarea misionera, porque la Iglesia, “o es misionera, o no es la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo”.
El arzobispo de Madrid afirmó que “siempre” ha vivido como propio el mandato misionero de ir por el mundo y anunciar el Evangelio y realizó un recorrido por las diócesis en las que ha sido obispo, para testimoniarlo. Así, habló del compromiso de Orense con la diócesis de Portoviejo, en Ecuador, que calificó como “un bien para la Iglesia diocesana”; de Oviedo, con Benín, o de la presencia de misioneros de Valencia en América Latina, sobre todo en la zona minera de Chile.
Monseñor Osoro comparte con el Papa Francisco la necesidad de una “Iglesia en salida”, pero argumentó que la salida a las periferias debe producirse siempre desde “el centro, que es Cristo”, porque “si se sale de otra manera, se hará mal”. El prelado habló de la necesidad de “llevar la alegría” del Evangelio, que es “la gran noticia para el hombre”, una noticia “liberadora y transformadora, con capacidad para hacernos salir de nosotros a los hombres y salir por los caminos de la historia”.
Aunque reconoció que el hombre contemporáneo sufre lo que él llama la enfermedad de las tres “D” (el desdibujamiento, de la imagen de Dios, que es amor; el desencanto, de no encontrar razones para vivir; y la desorientación, porque vive como un vagabundo sin metas en lugar de como un peregrino), monseñor Osoro propone “métodos evangelizadores” que ayuden al hombre a descubrir el “diseño concreto” que Cristo ha hecho en él, pero que no son los métodos “de la condena, de derrotar al otro”.
“El ser humano cambia cuando conoce a Jesús”, el que hoy es arzobispo de Madrid, lo descubrió siendo un joven universitario, entonces, el encuentro con Jesucristo, le cambió la vida.