Madrid

El Arzobispo de Madrid participa mañana en el Vía Crucis diocesano: “Camino de dolor, Ruta de Esperanza”

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Mañana, 27 de Marzo, llamado viernes de Dolores, desde las 17,00 hasta las 21,00 horas se realizarán Vía Crucis en diferentes iglesias, sedes de los Pasos e Imágenes que procesionan en Semana Santa. Las Cofradías de Madrid se unen para poner en marcha esta iniciativa, realizando un Vía Crucis en cada una de sus parroquias y acompañados por el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, que desea participar en todos ellos en algún momento de la tarde; por eso los horarios de los Vía Crucis van a ir escalonados.

“Camino de dolor, Ruta de Esperanza” es el lema de este año para esta convocatoria diocesana. Dolor que se muestra a través de las 14 estaciones en el camino a la Cruz de Cristo, pero vivido en la Esperanza del amor revelador de Dios al hombre a través de su sufrimiento.

La Delegación de Actos Públicos (DAP), coordinadora del acto junto con el Consejo Diocesano de Cofradías y Hermandades, invita a cada ciudadano a asistir al Vía Crucis que más le convenga, a acompañar a Jesucristo en su Pasión y Muerte, y también a poner sus sufrimientos a los pies de la Cruz de Cristo.

Además, a cada Vía Crucis se le ha asignado pedir especialmente por uno de los dolores que afligen a muchos madrileños (el paro, mujeres maltratadas, sin techo, cárcel, embarazadas con dificultades, ancianos…). Dolor por el que rezar y por el que se realizará una colecta durante el Vía Crucis para ayudar a paliarlo.

Programa
El recorrido que el Arzobispo de Madrid va a realizar por los distintos Vía Crucis que se celebran este viernes comenzará a las 17,00 horas en la Parroquia San Ramón Nonato (c/ de Melquíades Biencinto, 10 - Vallecas), organizado por la Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo del Perdón y María Santísima de la Misericordia. A las 17,30 horas, Capilla del Colegio Calasancio (General Díaz Porlier, 58), organizado por la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre el Divino Cautivo. A las 18,00 horas, Basílica Jesús de Medinaceli (Plaza de Jesús, 2), con la Archicofradía Primaria de la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli. A continuación, en la Iglesia del Santísimo Cristo de la Fe (c/Atocha 87, bis) de la Hermandad del Silencio y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fe, Ntro. Padre Jesús del Perdón y María Stma. de los Desamparados. A las 18,30 horas, en la Parroquia de San Sebastián (c/Atocha, 39), organizado por la Muy Ilustre Hermandad Sacramental y penitencial, y Cofradía de Nazarenos de Ntro. Padre Jesús del Amor en su entrada triunfal en Jerusalén, María Stma. de la Anunciación, Ntra. Sra. del Rosario y Patriarca Glorioso y Bendito Señor San José, “La Borriquita”.

A las 19,00 horas, en la Parroquia de Santa Cruz (c/Atocha, 6), organizada por la Real y Primitiva Archicofradía del Glorioso Patriarca Señor San José y Santísimo Cristo de la Vida Eterna, “El Santo Entierro”, y la Real Congregación de Esclavos de María Santísima de los Siete Dolores, Santísimo Cristo de la Agonía y Descendimiento de la Santa Cruz. A continuación, en la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava (c/Atocha, 25), organizado por la Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo. A las 19,30 horas, en la Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (c/Tetuán, 23), con la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias “Los Gitanos”. A las 20,00 horas, en la Real Colegiata de San Isidro y Ntra. Sra. del Buen Consejo (c/Toledo, 37), con la Real e Ilustre y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena. A las 20,30 horas, en la Basílica Pontificia de San Miguel (c/ San Justo, 4), organizado por la Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón, María Santísima Inmaculada, Madre de la Iglesia y Arcángel San Miguel “Los Estudiantes”. A las 20,30 horas, en la Iglesia de San Pedro el Viejo (c/Nuncio, 14), con la Primitiva e Ilustre Hermandad de Jesús Nazareno “El Pobre” y María Santísima del Dulce Nombre en su Soledad. Y para concluir, a las 21,00 horas, Vía Crucis en las Vistillas con el Seminario Conciliar (c/San Buenaventura, 9).

Encuentro con el Instituto Superior de Pastoral de la facultad de Teología de la UPSA

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El Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, ha visitado hoy el Instituto Superior de Pastoral de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), Campus de Madrid. A lo largo de la mañana, ha visitado algunas de las aulas de Bienio y Doctorado de pastoral, así como un curso de actualización con Diplomatura en Pastoral y formación permanente. Y a las 12,00 horas ha participado en una Lectura creyente de la actualidad.

“La Vida tomó rostro humano en el vientre de María, en Jesucristo”

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El Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, presidió ayer por la tarde, en la Colegiata de San Isidro, una Eucaristía y Vigilia por la Vida. Lo hizo en la solemnidad de la Encarnación del Señor y Jornada por la Vida, que este año se ha celebrado con el lema “Hay mucha vida en cada vida”. Organizada por la Delegación de Familia, a la misma asistieron numerosas familias con sus hijos.

En su homilía, Mons. Osoro destacó que “hoy es un día excepcional” ya que se celebraba la Anunciación de María, “una etapa que comenzó con el Sí que dio a Dios una mujer excepcional. Ella dijo a Dios: aquí estoy”. “El Señor nos hace escuchar aquello que nos conviene y nosotros respondemos: aquí estoy, para hacer tu voluntad”. “La Vida, afirmó, tomó rostro humano en el vientre de María, en Jesucristo”. Por eso, “para entender esta jornada que estamos celebrando”, ofreció a los presentes tres puntos: pedir una señal al Señor, acoger a Dios en nuestra vida, y descubrir que nada hay imposible para Dios.

“La señal, explicó, la tenemos en nuestra propia vida. Dios, para venir a esta tierra, tomó rostro y eligió una casa donde habitar: el vientre de la Virgen María… Todos los seres humanos hemos tenido la misma vivienda… excepcional: el vientre de nuestras madres... La primera casa que hemos tenido, la primera habitación para venir al mundo, ha sido el vientre de nuestras madres. Lugar sagrado, santuario de la vida”. “El Señor, prosiguió, nos muestra que Él se ha identificado con nosotros, haciéndonos iguales en el origen de la vida. Cuando salimos a este mundo es cuando vienen las diferencias. La vida nos la da igual para todos. En el recuerdo de la encarnación de Jesucristo en el vientre de María tenemos una señal: que somos de Dios. Hombres y mujeres que hemos venido al mundo para vivir, para dar la vida, para defender la vida”.

“Nos hacemos distintos, apuntó, cuando olvidamos nuestro origen y qué es la vida verdadera. El Papa San Juan Pablo II decía que el drama más grande que existe en esta tierra, en estos momentos de la historia, es no creer en la vida. Drama tremendo, que nos puede llevar a situaciones terribles: no reconocer el origen, la misma habitación que tenemos todos, la misma casa… Pero, el Señor, nos da esperanza. Y nos dice, como a la Virgen: ‘Alégrate, el Señor está contigo’… No nos entristezcamos porque hoy, en el mundo y en la cultura de los hombres, a menudo se pueda discutir sobre quién es el dueño de la vida… Alegraos, porque el Señor está de nuestra parte. Él nos dice que defendamos la vida que nos da Dios”. En este sentido, recordó que “la cultura del encuentro es la cultura de la vida”, es “la cultura de la reconciliación, del perdón, de la entrega, del amor verdadero, del que nos descubre Jesucristo, donde el ser humano es importante desde el mismo momento en que inicia la vida. El ser humano es lo más importante, porque Dios lo ha querido hacer a imagen y semejanza suya. Y esa semejanza con un Dios que es amor es lo más importante que tenemos todos en nuestra vida”. Por ello, exhortó a los presentes a sentir “en vuestro corazón y en vuestra vida la alegría de saber que Dios nos ama entrañablemente. Él no nos abandona”.

En tercer lugar, añadió, “Él nos ha dicho que nada hay imposible para Dios... Cuando los hombres nos decidimos a invocar a Dios, nada hay imposible”.

Invitó a orar y a pedir “al Dios de la vida” que “instaure en todos los corazones de los hombres la vida. Nada hay imposible para Dios. Las armas de la vida surgirán en el corazón de todos los hombres.. Y lo harán por poner la vida en manos de Dios y diciéndole que intervenga para que ponga en el corazón del hombre la significación profunda que tiene el ser imagen y semejanza de Dios, desde el inicio mismo de la vida en el vientre de nuestras madres. Nada hay imposible para Dios”, concluyó.

Al finalizar la ceremonia, Mons. Osoro bendijo personalmente a cada una de las madres gestantes.

El hombre, mendigo del amor y con hambre de Dios

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El Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, recuerda en su carta semanal que “los cristianos estamos viviendo la Semana de Pasión, tiempo previo a la celebración de los grandes misterios de nuestra fe. El Señor nos quiere hacer ver la grandeza del ser humano cuando se siente mendigo de amor y con hambre de Dios, y cuando descubre cómo el Señor desea alcanzar su vida, haciéndole partícipe de su Amor”. En este sentido, recuerda de manera especial una audiencia con el Papa Beato Pablo VI, el 31 de diciembre de 1975, en la que les dijo “que para él la ‘civilización del amor’ es la que ha traído Jesucristo. No es ninguna utopía: es una tarea en la que los discípulos estamos convocados a trabajar. Tarea urgente, ineludible para todos los hombres y a la que todos los cristianos estamos llamados, de manera singular, a vivir y contagiar” y que hoy “aún está vigente. El Beato Pablo VI la define así: ‘La civilización del amor es aquel conjunto de condiciones morales, civiles, y económicas, que consiente a la vida humana una mejor posibilidad de destino de existencia, una razonable plenitud, un feliz eterno destino’. El Papa Francisco nos ha hablado del innumerable número de mendigos de amor que existen, del hambre de amor que tienen los hombres. Pero no de cualquier amor, sino del Amor mismo de Dios”.

Para Mons. Osoro, “la Iglesia está llamada a ser ese ‘hospital de campaña’, como nos dice el Papa Francisco, que cura con el Amor mismo del Señor. Un amor compasivo y misericordioso, capaz de curar y sanar toda clase de ‘patología social y personal’ que anida en el corazón y en la historia que hacemos los hombres. En la raíz de esta ‘civilización del amor’, nos decía el Beato Pablo VI, está la esperanza cristiana que hace fecundo el amor, y las bienaventuranzas, que lo hacen oblativo. Hay que aprender a hacer y vivir esta ‘civilización del amor’ junto a Jesucristo, en su taller: en el sacramento de la Eucaristía. Pues es un Amor que se dona, permanece, se multiplica, se sacrifica. Es de esta civilización de la que nos habla el Papa Francisco cuando, refiriéndose a la ‘civilización católica’, nos dice que es la civilización del amor, de la misericordia, de la fe. De ese amor que tiene un rostro: Jesucristo. Unas manifestaciones concretas y llevadas hasta el límite: Jesucristo. Y una fe que es una adhesión incondicional a quien nos dona su Vida misma: Jesucristo”. Y es que, apunta, “el hombre es, por naturaleza, mendigo del amor: necesita del amor para ser y para convivir junto a los demás. Y en su corazón está inscrito que tiene que globalizar ese amor. Creado por Dios a imagen suya, siente hambre de su plenitud, hambre de Dios”.

“En esta Semana de Pasión, el Señor, en su Palabra, nos dice desde dónde es posible hacer esa ‘civilización del amor’”:

1.- Desde una comunión plena con el Señor: “Que se realiza cuando, como el Señor, nos retiramos a dialogar con Él y a oxigenar nuestra vida con su misma Vida”. “Así, bajaremos a la vida y a la historia real de los hombres, y descubriremos cómo se acercan a nosotros, porque les hacemos partícipes del amor mismo de Dios”.

2.- Acogiendo el don de la fe: “Vivir en esta historia con la vida que Dios nos da, es decir, con su amor, es crear la civilización del amor”.

3. Con la audacia de vivir siempre en presencia de Dios: “Decidirse a vivir en la presencia” de un Dios que “te quiere y desea contar contigo para mostrar el rostro del Dios vivo y verdadero, nos lleva a tomar una decisión inmediata que nos posiciona en la dirección de la civilización del amor”.

4. Guardando siempre su Palabra: “Consentir vivir de su palabra es toda una abundancia y un reto”.

5. Mostrando con obras lo que creemos, “el rostro de Dios. Aunque esto traiga complicaciones en la vida”.

6. Convencidos de que para construir la civilización del amor hay que dar la vida con el mismo amor de Jesús: “Los hombres y mujeres que escuchaban y veían los signos de Jesús, admirados y convencidos por aquel Amor con que el Señor los envolvía, lo seguían, habían probado lo que daba el Amor y querían participar en la globalización de ese Amor. Deseaban construir la nueva civilización del amor, que hacía posible que los hombres vivieran con la dignidad con la que Dios les había creado”.

“¡Ánimo! La ‘civilización del amor’ es posible en el encuentro con el Dios vivo”, concluye.