La Catedral de Santa María la Real de la Almudena acogió ayer por la noche la celebración de una Eucaristía organizada con motivo del décimo aniversario del fallecimiento de Mons. Luigi Giussani, y el trigésimo tercer aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación. Presidida por el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, concelebraron numerosos sacerdotes.
En su homilía, Mons. Osoro evocó con cariño que durante los seis años que vivió como Arzobispo de Valencia, celebraba esta Eucaristía con miembros de Comunión y Liberación “en la capilla del arzobispado”. A continuación, dijo que la Palabra proclamada “nos ayuda a recordar a aquél a quien el Señor entregó este carisma y este don que vosotros hacéis presente”, en alusión a Mons. Luigi Giussani, fundador del movimiento Comunión y Liberación. “Nos recuerda también lo que está realizando y trabajando el movimiento en tantas partes del mundo”. Recordando al Papa Francisco, animó a los presentes a mantener “la lozanía de vuestro carisma, respetando siempre la libertad de las personas, buscando siempre la comunión. Ante todo, insistió, es necesario preservar siempre la lozanía del carisma: que no se arruine, que mantenga esa riqueza, esa novedad y esa fuerza que tiene. Para que sepamos acoger y acompañar a los hombres en todas las circunstancias en las que vivan, en nuestra vida”.
El prelado apuntó tres ideas “que nos ayudarán a mantener esa lozanía, esa fuerza y ese vigor con que nace este carisma y este regalo que el Señor hizo a la Iglesia, y que hacéis presente vosotros con esa manera de acompañar y de acoger a todos los hombres”. “Habéis escuchado, prosiguió, cómo Dios siempre está presente en la realidad y en la vida de los hombres. Esa presencia de Dios siempre se nota, y nos sorprende, para bien. Dejémonos sorprender por nuestro Señor Jesucristo”. En el X aniversario del fallecimiento “de quien el Señor eligió para fundar Comunión y Liberación, y en este XXXIII aniversario del reconocimiento de la fraternidad Comunión y Liberación, añadió, estoy seguro de que Nuestro Señor nos sorprende a todos los que estamos aquí: no se oculta, se hace presente, porque Dios está siempre en la vida, en la historia de los hombres, no se aparta. Por eso, ese empeño de los hombres de querer sacar a Dios de la realidad y de la historia, de la vida los hombres, es un empeño absurdo, porque Él precisamente es el que hace posible que todo exista”. Así, exhortó a los presentes a dejarse “sorprender por Jesucristo. Hagamos posible también que nuestra vida, en medio de este mundo, sea una sorpresa que Dios da a cada uno de los que nos encontremos en nuestro camino”.
En segundo lugar, continuó, “habéis escuchado cómo Dios está con todos los hombres. No elige un grupo determinado: quiere llegar a todos los hombres, quiere establecer amistad con todos, se hace y quiere hacerse presente en la realidad de todos”. Dios “nos pide que salgamos en búsqueda de todos los hombres. Nadie está marginado, nadie está excluido de ese deseo de Dios, que se nos manifiesta y revela en Jesucristo, de llegar al corazón de todos. Esa manera del Papa Francisco de decirnos que la Iglesia tiene que salir a todas las realidades en las que vivan los hombres, a todos los corazones, es el empeño que tuvo Nuestro Señor Jesucristo en el inicio mismo de la Iglesia cuando, despidiéndose de los discípulos primeros, les dice: id por el mundo y anunciad el Evangelio”. “Dios, en la realidad, nos sorprende. Dios es padre de todos. Nos ha manifestado su ternura en el rostro de Nuestro Señor Jesucristo, y nos impulsa a los discípulos, a los que hemos sido llamados a la pertenencia eclesial, a hacer lo mismo que hizo Él”.
Por último, “Dios está en la realidad, y quiere acercarse a todos los hombres. Pero, además, viene a curar, a sanar. El Señor quiere que nosotros paseemos por este mundo y por esta tierra curando, sanando heridas, cicatrizándolas, haciendo posible que este mundo y todos los hombres que habitamos en él sintamos que somos una familia. Descubramos aquello que nos dice el Señor en el Padre Nuestro: que somos hijos y, por ser hijos, somos hermanos. Y eso se hace solamente mediante la cultura del encuentro, que Él quiso realizar con todos los hombres”. Por eso, consideró “una gracia este día: reunirnos aquí, a celebrar la Eucaristía, poder recibir esta palabra que la Iglesia entrega hoy, en nombre de Jesucristo, a todos los hombres. Os la entrega a vosotros, miembros vivos de Comunión y Liberación, para que hagamos verdad esto que nos ha dicho el Señor. Como Iglesia, como cuerpo del Señor que camina por la historia y se hace presente en todas las realidades de los hombres. Quiere que hagamos visible que Él es realidad; es más, que sin Él la realidad se distorsiona, se estropea”.
“Es necesario que todos hagamos posible que este carisma sea un proyecto vivo para todos los hombres, que acompañemos y acojamos a los hombres, y que este carisma sea esa riqueza que Dios nos da para que no olvidemos que el bien más valioso de nuestra vida es haber conocido a Jesucristo y haber sido llamados a la pertenencia eclesial, para anunciar al Señor en medio de esta historia”, concluyó.