Monserrat Moreno, cordobesa, sufría una enfermedad degenerativa de la columna. Tras su último ingreso en el hospital, los médicos la recomendaron empezar a moverse en silla de ruedas. El 15 de agosto de 2012, fiesta de la Asunción de la Virgen, en San Sebastián de Garabandal fue curada completamente de manera asombrosa. Su traumatóloga solo pudo decir: «Esto es material y científicamente imposible». Compartirá su excepcional encuentro con la Virgen y su inmediata curación en el Asalto al Cielo el sábado 12 de mayo en la parroquia de Colmenar del Arroyo (Madrid).
Víctima de una enfermedad degenerativa e incurable de la columna
Montse estaba seriamente enferma. Sufría una espondilitis anquilosante —enfermedad degenerativa e incurable de la columna vertebral— y una fibromialgia V de larga evolución. Su enfermedad comenzó a manifestarse durante la adolescencia, pero no recibió un diagnóstico definitivo hasta que tuvo aproximadamente 30 años. Fueron más de quince años de sufrimientos, que Montse escondía tras su sonrisa y su voluntad de seguir sirviendo a su familia.
El día a día de Montse era muy duro. Los dolores eran continuos, y a veces estallaban en crisis que requerían de largas estancias en el hospital, hasta que los médicos conseguían controlar el dolor. Los médicos se lo dijeron a Francisco, su marido, con toda claridad y crudeza: «Ten en cuenta que tu mujer nunca va a venir al hospital a curarse, va a venir a que le controlemos el dolor. Y tenéis que mentalizaros de la enfermedad que tiene, porque lo más probable es que termine en una silla de ruedas y con muchos problemas».
En 2008 visitan por primera vez Garabandal
Montserrat Moreno y Francisco, su marido, conocieron Garabandal gracias a unos amigos que les hablaron del lugar y de los hechos asombrosos de la Virgen acaecidos allí de 1961 a 1965. Lo visitaron por primera vez en 2008. No iban buscando ningún milagro, solo fueron a rezar y a descansar.
Volverían después siete visitas más en ocasiones diferentes.
El 15 de agosto de 2012, fiesta de la Asunción, realiza su octava visita a la Virgen en Garabandal. Montse y su familia querían pasar la fiesta de la Asunción allí. Ese día, con su bolsa de medicinas, bajó a desayunar junto con su esposo y sus hijas. En el comedor de la pensión estaban prácticamente solos. De pronto, Montse escuchó una voz que le decía: «No vas a tomar una medicación más». La medicación para el dolor era tan imprescindible para Montse como respirar, pero decidió hacer lo que esa misteriosa voz le pedía.
Su marido, al terminar el desayuno, le recordó: «Las pastillas». Montse respondió: «No voy a tomar ninguna pastilla». Francisco insistió, enfadado ante la incomprensible negativa de Montse. Lo que estaba haciendo Montse era una locura y podía tener consecuencias para toda la familia. Francisco explica su enfado: «Las crisis eran bestiales. No cabía en ninguna cabeza lo que estaba haciendo. Ya estaba mala, porque Montse siempre estaba mala. Ya tenía muchas limitaciones, porque a Montse había que levantarla por la mañana, había que vestirla, había que llevarla al baño porque ella estaba anquilosada. Ella, de madrugada, cuando se tenía que girar en la cama, te tenía que llamar para que tú se lo hicieras, porque ella no podía. Eran una cantidad de dolores, de molestias, que no me cabía en la cabeza que no se fuera a medicar, cuando ella sabía que se tenía que medicar de por vida».
Montse se siente morir
Al salir de Misa en la iglesia parroquial, Montse propuso a su marido subir a los Pinos. Él no estaba convencido de subir. El camino es malo. Y Montse iba sin medicar. Pero comenzaron la ascensión Calleja arriba, en dirección a los Pinos: «Subimos poco a poco a los Pinos, y cada vez me sentía peor, cada vez peor. Cuando llegamos arriba, me sentía que me iba a morir. Me dolía todo».
Su marido se dio cuenta del malestar de su esposa. Pensó que era una crisis y quiso bajarla cuanto antes de los Pinos y llevarla a un hospital. Ella se encontraba tan mal que no era capaz ni de decirle que no era una simple crisis, que se sentía morir. A pesar de encontrarse tan mal, Montse no quiso bajar por la pista, se empeñó en bajar por donde había subido, por la Calleja. Agarrada al brazo de su esposo bajó lenta y fatigosamente por la ladera del Jormazu. Al llegar a la Campuca, la explanada natural que se abre ante la Capilla del Ángel, Montse se paró en seco. Inesperadamente, salió corriendo calleja abajo. Su marido no era capaz de alcanzarla
Casi no tiene recuerdos, salvo la voz de su marido como de fondo preguntándole. «Y ya no recuerdo nada más, solo que salgo corriendo, corriendo por la montaña abajo, pero corriendo, como se dice, en cero coma dos segundos, hasta llegar a la posada».
Francisco salió corriendo detrás de ella. Él sabía que Montse no era capaz de correr así. Nunca. Y menos en medio de una crisis. En su corazón se abrió una sospecha: «¿Sería un milagro?» No quería hacerse ilusiones, pero la realidad era que Montse corría y que él no era capaz de alcanzarla.
Ya en la posada, Montse se metió en la cama y se quedó dormida al instante. Era la cosa más rara del mundo, porque Montse nuca se tumbaba durante el día. No lo hacía porque, si se tumbaba, se anquilosaba la espalda y luego no se podía levantar. Su esposo lo sabía mejor que nadie: «Montse dormía muy poco. Dormía por la noche porque no le quedaba más remedio. Pero luego, por la mañana, no se podía levantar. La tenía que levantar yo poco a poco. Y tardaba horas en poder moverse». Pero Montse se había quedado dormida. Y estuvo dormida más de dos horas. Francisco se sentó a su lado con un único pensamiento en la cabeza: «Recuerdo estar sentado, mirándola, diciendo: “Yo solamente quiero ver cómo reacciona cuando se despierte”. Eso es lo que yo quería ver. Y, entonces, se despertó. Y se levantó. Ella sola. Pero de un golpe. Y dije: “No necesito ver más”».
Era 15 de agosto de 2012. Desde entonces, Montse no ha vuelto a tener más molestias.
«Esto es material y científicamente imposible»
Pero la historia de Montse no termina aquí. En la siguiente revisión con su traumatóloga, un año después, la doctora preguntó: «Montserrat, ¿cómo se encuentra?» Montse dijo la verdad, que estaba muy bien. La doctora insistió: «¿Es que no le duele nada?» «No», respondió Montse. La doctora estaba confundida: «¿Qué está tomando usted de todos estos medicamentos que tiene prescritos?» Montse dijo: «Nada». La doctora no podía explicarse lo que estaba pasando. Al contrastar las pruebas hechas ese verano con las del verano anterior, los datos no encajaban: las resonancias magnéticas, los resultados de unos análisis muy específicos llamados HLA-B27… Habían desaparecido todas las señales de la enfermedad. La doctora insistió: «¿Pero no le duele a usted nada?» «Nada» dijo Montse, que no se atrevió a revelar lo que había sucedido en Garabandal el verano anterior. La doctora —Montse tiene todos los documentos— no pudo poner milagro en su informe, pero puso «espondilitis anquilosante sin actividad y en remisión». Y le repitió textualmente: «Esto es material y científicamente imposible».
Con ese diagnóstico uno puede encontrarse un poco mejor en algunas temporadas, pero, ¿«sin actividad y en remisión» una espondilitis? ¡No! Es imposible. Es una enfermedad incurable y degenerativa. La doctora, una persona muy seria y profesional, no la dejaba salir de su consulta porque no acababa de entender lo que le había sucedido a su paciente.
Montse la preguntó: «Entonces, ¿qué pasa? ¿Estoy curada? ¿Que esto no existe ya?» La doctora dijo: «¡No!» Cogió un rotulador fosforescente y señaló encima de donde había escrito «espondilitis anquilosante sin actividad y en remisión». Le dio el papel a su paciente y ella le dijo: «¡Buen día!». Montse salió de su consulta, y hasta hoy.
Montse dará testimonio de su encuentro con la Virgen y de su total curación en la vigilia de testimonio, adoración y alabanza Asalto al Cielo, en la parroquia Asunción de Nuestra Señora de Colmenar del Arroyo (Plaza de España, s/n). Comenzará a las 17:00 horas con el rezo del Rosario. Continuará con el testimonio, a las 18:00 horas. Adoración, a las 19:00 horas. Y Misa a las 20:00 horas.
Asalto al cielo es una iniciativa evangelizadora y misionera desarrollada desde el año 2015 por el sacerdote de la diócesis de Getafe y párroco de Colmenar del Arroyo, Álvaro Cárdenas, como respuesta al desafío de nuestra sociedad moderna y secularizada y como expresión del anuncio misionero que reclama particularmente nuestro tiempo, tan necesitado de testigos de la fe para encontrar a Cristo. Es una vigilia mensual de testimonio, adoración y alabanza cuyo centro es Jesucristo vivo y presente en aquellos que se han encontrado con Él, y en su presencia viva en la Eucaristía. El fin de esta vigilia es el encuentro con Él en el testimonio de los suyos, en la adoración y la alabanza, y en la celebración eucarística.
Han compartido su testimonio de encuentro con Cristo, de conversión, y de misión en la Iglesia y en el mundo, escritores, historiadores, periodistas, directores de cine, evangelizadores laicos, mujeres que se vieron abocadas al aborto y que ahora son defensoras de la maternidad y de la vida, miembros de la Iglesia perseguida en Oriente Medio, jóvenes que se han encontrado con Cristo y se entregan ahora a los demás, etc. Personas, todas ellas, que se han encontrado con la Misericordia de Cristo a través de un encuentro sobrenatural con él, de la investigación, de un grave accidente, de una ruptura matrimonial, o en la desesperación y el vacío de existencial, las drogas, las sectas de la Nueva Era o de ciertas “terapias alternativas”, muchos de ellos desde la indiferencia o el ateísmo.
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