«El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa», afirma Jesús Pinto, coordinador de Liturgia de la Vicaría IV, mientras explica a qué nos invita la Iglesia en esta jornada.
«Comenzamos nuestra gran semana: la Semana Santa. Y lo hacemos con la primera celebración, que es el Domingo de Ramos - indica -. El Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, con el que queremos entrar en el misterio central de nuestra fe: Cristo, que se entrega por nosotros, que da la vida por nosotros, también viene a tu encuentro. Por eso mismo, el Domingo de Ramos es esa invitación que Dios te quiere hacer para que lo vivas de modo particular: en tu parroquia, en tu comunidad, en tu iglesia… Dios viene, también. Y quiere acompañarte en esta Pasión», asegura.
«Este pórtico del Domingo de Ramos - prosigue - tiene como dos grandes partes bien diferenciadas. Por un lado, esa entrada de Jesús en la Jerusalén celeste. Jesús es aclamado por los niños de los hebreos, que cortan ramas de los árboles y alfombran la carretera mientras el Señor pasa montado en un pollino, y gritan: “Hosanna. Bendito el que viene en nombre del Señor”».
Para Jesús Pinto, «nos podríamos quedar simplemente en la parte histórica. Recordar lo que pasó. Pero se trata de mucho más: se trata de que tú quieras acompañar a Jesucristo; que te conviertas, no simplemente en un mero espectador, sino que vivas en primera persona esa entrada de Jesús en Jerusalén. No solamente en la Jerusalén histórica, sino en la Jerusalén celeste. Es un anticipo de lo que ya Jesús, como profeta, nos viene a anunciar. Él viene a dar su vida. Quiere entrar en la Jerusalén del cielo, para que entremos con él. Ahora se trata de acoger la invitación. ¿Estás dispuesto? Y, desde ahí, vivir la segunda parte: Jesucristo entra en Jerusalén para dar la vida».
Cristo da su vida por nosotros
«La lectura de la Pasión - añade - nos tiene que ayudar a ser conscientes de que ha sido por mí: Jesucristo da su vida, se entrega por mí en cada Eucaristía. Celebrar el Domingo de Ramos es celebrar la Pascua Santa. Lo que hacemos todos los domingos en cada Eucaristía: actualizar que Cristo ha dado su vida por mí. Saber que Jesucristo da la vida una y otra vez es lo que nos tiene que ayudar a vivir este Domingo de Ramos». «Esta entrada triunfal en Jerusalén - insiste - recuerda y da sentido a todo lo que estamos viviendo. Porque Jesús no solamente es el rey de la tierra, sino que hay que vivir con ese anticipo de un ‘más allá’. Somos peregrinos por este mundo. Nuestra meta no es simplemente ganar más aquí, o no, sino vivir para la patria del cielo. También el tomar parte. Jesucristo nos invita a acompañarle. A que tú estés presente también con él».
En alusión a esa entrada en Jerusalén, apunta que «las palmas que llevamos en las manos simbolizan esa victoria. Ese triunfo final del que Cristo también nos lleva la delantera. Cristo ha dado su vida para resucitar con Él. Y esa palma también es el signo de lo que estamos celebrando: que vamos a vencer con Cristo. Y que estamos dispuestos a reinar con él. A reconocerle como Mesías. Como Señor. Por eso mismo, tenemos la bella tradición de colgarlas en nuestras ventanas. A mí me encanta cuando vas paseando por las calles de Madrid y ves las palmas, los ramos, en los balcones de la gente. No es algo supersticioso. No es simplemente una cosa más. No hace daño. Es formar parte del triunfo de Jesucristo. Formar parte de esa Pasión».
«Pero - continúa -, es necesario el camino de la cruz, que es el que se nos muestra en esa segunda parte de la Pasión. Ese camino de la cruz donde Cristo quiere identificarse con nuestras cruces. En el que tenemos que coger la cruz de cada día y seguir al Señor. La cruz se convierte en el instrumento de salvación. La cruz se convierte en el símbolo del cristiano y, desde la Pasión, también es el árbol de la vida, donde cada uno de nosotros venimos a dar testimonio. Venimos a vivir realmente esa esperanza gozosa de la Resurrección. Por eso mismo, vivir la Pasión del Señor nos tiene que ayudar a reconocer a Cristo como aquel que es esperado, el Mesías, el Salvador, que viene a dar su vida por nosotros. Viene realmente a ser testigo de la misericordia de Dios, que cumple su palabra».
Fe plasmada en arte en las procesiones
«En este gran pórtico que es el Domingo de Ramos - reconoce - comienzan las procesiones, signo de la fe que vivimos. Una fe muy popular, que expresa grandes realidades de la fe de nuestro pueblo. Es conmovedor ver la cantidad de madrileños, la cantidad de personas que salen al encuentro de Jesús, de María, en los distintos momentos de la Pasión. Encuentros que se convierten en Evangelio viviente y en experiencia también de un Dios con los hombres, donde se vive también esa fe cercana, donde al encontrarnos con el Señor actualizamos y vivimos nuestra fe».
Para Jesús Pinto, «no se trata simplemente de contemplar unas imágenes: es mucho más. Es nuestra fe plasmada en arte. Es realmente aquello que nos lleva, que nos mueve, que nos toca el corazón para seguir al Señor. Las procesiones nos ayudan más allá de todo… Más allá de lo bonitas que sean, se convierten en auténticos instrumentos de conversión, en catequesis que nos invitan y nos conmueven, y nos llegan directamente al corazón».
El coordinador de Liturgia de la Vicaría IV, que además es párroco de Nuestra Señora de la Peña y San Felipe Neri, manifiesta que «es asombroso ver a gente cómo se conmueve, cómo llora. Gente quizá no muy de iglesia, gente que quizá no tiene mucha fe, pero que, ante la imagen de un Cristo, de una Virgen, lloran. Lloran porque descubren el amor que hay detrás de ello. Descubren el amor que Dios les tiene». Y considera que «esa es una oportunidad que tenemos que saber aprovechar para evangelizar y ser testigos, simplemente enseñando y mostrando esa misericordia, ese amor que Dios tiene con nosotros. Esta Semana Santa, cada día nos irá descubriendo ese aspecto tremendo del amor, de esa misericordia inagotable de Dios, con la que el Domingo de Ramos quiere abrirnos la boca. Como ese anticipo que está por venir. Ojalá que lo aprovechemos. Y que no se quede simplemente en el día que la gente va más a Misa, porque se lleva un ramo, sino en querer participar realmente del encuentro con el Señor. Es sentirnos invitados a esta celebración de su Muerte y Resurrección», concluye.