Madrid

El próximo 9 de noviembre, sábado, se celebrará en la catedral de Granada la solemne ceremonia de beatificación de la Madre María Emilia Riquelme y Zayas, fundadora de la congregación de las Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada.

Con este motivo, la capital andaluza acogerá la Semana de santidad: en camino con María Emilia. Los actos centrales de la misma son la Eucaristía de beatificación, el sábado 9, a las 11:00 horas. El traslado en procesión del cuerpo de la ya beata hasta la Casa Madre, a partir de las 18:30 horas. Y la Misa de acción de gracias por la beatificación, que tendrá lugar en la catedral granadina al día siguiente.

Una numerosa presencia de peregrinos madrileños participarán en estos eventos, sobre todo en los actos centrales. Religiosas de las tres comunidades y la curia general que la congregación tiene en Madrid (Blanca de Navarra, 9, San Lucas, 7, Arturo Soria, 208, y Navarro Amandi, 11) asistirán acompañadas por profesores y familias de alumnos del colegio Santísimo Sacramento, beneficiarios de la Obra Social Cachito de Cielo, y adoradores de la capilla que las hermanas tienen en el centro de la ciudad. Además, la Misa de acción de gracias del domingo 10 estará animada por los coros del colegio madrileño.

El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, presidirá una solemne Misa de acción de gracias por la beatificación de la Madre Emilia en la catedral de Santa María la Real de la Almudena. Programada para el 10 de diciembre, fiesta litúrgica de la nueva beata, dará comienzo a las 19:00 horas.

Presencia en Madrid

Las Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada están presentes en Madrid desde 1911. Fue la Madre María Emilia quien fundó la primera casa, en la Travesía de Belén, esquina San Lucas. Herencia de un familiar, en su testamento manifestó su deseo de que el edificio se dedicara a capilla de oración permanente y a colegio de niñas pobres. Siguiendo sus indicaciones, ese mismo año la Madre erige para el Congreso Eucarístico de 1911 una capilla, conocida como Cachito de Cielo, donde se adoraba al Santísimo de forma ininterrumpida: por la noche, las hermanas se encargaban de la vela, mientras que durante el día había turnos de adoradores. En 2011, al cumplirse su centenario, se abre como capilla de adoración permanente, con laicos.

Paralela a esta fundación, y unida a la capilla, surge la Obra Social Cachito de Cielo, que fue potenciada en los años 80 por el padre Javier Repullés, SJ. Su objetivo era dar un desayuno en forma de bocadillo a pobres y sin techo que acudían a sus puertas. También se ofrecía una bolsa con comida a familias necesitadas. La falta de espacio impedía atender a los pobres dentro del recinto. En 2011, la congregación de las Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada se fusiona con las religiosas de una pequeña congregación, Celadoras del Culto Eucarístico, que se integran en la orden fundada por la Madre María Emilia. Y ponen a disposición de las religiosas su casa en la calle Blanca de Navarra, esquina Monte Esquinza, a donde se traslada la Obra Social Cachito de cielo. Desde entonces, unos 400 pobres y sin techo acuden cada día, todos los días de la semana, para recibir un desayuno caliente en su comedor. Los voluntarios se encargan de recorrer las pastelerías colaboradoras en busca de bollería para que puedan desayunar. Además, se les facilita un bocadillo para la comida. Y en Navidades, Reyes o fechas especiales reciben un paquete o una cena. También a través de la Obra Social, unas 800 familias reciben dos días a la semana un carro con alimentos. Todo ello gracias a la ayuda del Banco de Alimentos, coordinado con Asuntos Sociales, y con la colaboración de un buen número de voluntarios.

El perfil de los beneficiados de este servicio es el de personas que viven en la calle. No tienen hogar, y en Cachito de Cielo encuentran una familia. Además de la ayuda material, las religiosas aprovechan para hacer un momento de oración con los pobres. Y es que acogida y evangelización son dos ingredientes que no faltan en este Cachito de Cielo, en el que se recibe con los brazos abiertos a todo el mundo, sin importar el lugar de procedencia o la religión. En estos momentos, un elevado grupo de inmigrantes venezolanos reciben la ayuda del comedor.

El colegio para niñas pobres, conocido como Santísimo Sacramento, también inició su andadura en 1911. Con el tiempo se fue quedando pequeño, por lo que en 1958 se trasladó a la calle Arturo Soria, donde se encuentra en la actualidad.

Carisma

El carisma de la congregación de las Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada es eucarístico: la adoración permanente era fundamental para la Madre María Emilia. A eso hay que unir la devoción mariana, y la misión a través de la educación, en todos los lugares del mundo: trabajo en parroquias, en lugares de frontera, mediante colegios o educación alternativa, a través de talleres con mujeres o para los excluidos…

La última casa fundada por las religiosas en misiones está en una zona muy pobre de Manila (Filipinas), donde se ha construido un centro que consta de capilla para las celebraciones litúrgicas y la adoración, y casa de acogida para niños desnutridos, con los que se quiere poner en marcha un programa que ayude a solucionar la mala alimentación infantil.

Con el dinero que se recaude durante los actos de la beatificación, y en las misas de acción de gracias por la misma, las religiosas quieren financiar un proyecto solidario: el hogar María Inmaculada, en Amadeo (Cabite), también en Filipinas. Para niñas en riesgo y exclusión. En una zona donde las familias tienen muchas necesidades. El centro acogerá a niñas y jóvenes que viven en la calle y son víctimas de la trata y del tráfico de órganos.

«La verdadera alegría la tenemos que encontrar en la alegría de ser la Iglesia de Jesucristo», porque «es a la Iglesia a la que el Señor le ha regalado su misión». Con estas palabras, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, comenzó –en clave de «meditación en voz alta»– la conferencia que presentó este miércoles, 16 de octubre, dentro de las actividades organizadas por la Delegación Episcopal de Misiones para el Mes Misionero Extraordinario (MME).

Al atardecer del día, la Sala Capitular de la catedral acogió este encuentro con el título Bautizados y enviados. Acompañado por Manuel Cuervo, delegado episcopal de Misiones, por D. Jorge Ávila y por el padre Ángel Camino, OSA, vicarios de la VI y la VIII respectivamente, el purpurado desarrolló su ponencia en torno a la verdadera alegría, «la que supera el fenómeno del decaimiento, el hastío, el tedio, el derrotismo, la melancolía y el desengaño de la vida...».

«La forma más trágica de hartura es el suicidio»

«Lo nuestro es la alegría porque tenemos a Dios», destacó el cardenal, poniendo en los ojos de los presentes toda la pasión que le amparaba. «Tenemos que hacer una pastoral de la alegría, con bautizados que tengan alegría». Una hoja de ruta que tropieza, con todas sus fuerzas, con la ruptura voluntaria del vivir… «El número de jóvenes que intenta suicidarse es terrible, y la forma más trágica de hartura es el suicidio», aseveró, con tristeza, el pastor de la Iglesia que camina en Madrid. «Y la Iglesia enseña que solo Dios es Señor de la vida y de la muerte».

La acedía es la tristeza del alma, «una enfermedad mortal», un rincón donde el corazón no encuentra razones para latir en paz. Y en ese paraje, confesó el purpurado, «el hastío contra el primer mandamiento, que es el amor, convierte la acedía en uno de los pecados capitales». La persona, «al perder a Dios, se pierde a sí misma; y mientras no tengamos a Dios presente en nuestra vida, no llegaremos a vivir una vida verdadera».

«La Iglesia tiene que hacerse misionera y salir de sí misma»

Con una invitación clara, la de «vivir alegres en la esperanza», el cardenal propuso a los presentes «retomar» la vida cristiana. Siempre con Dios en el centro, pues «Él tiene en sus manos los hilos del mundo y de la historia, y sus manos son buenas».

Y en el corazón de sus palabras, un solo camino, que se hace verdad en el encuentro íntimo con Dios: «La radicalidad de la alegría del Evangelio es de todos los cristianos». Una identidad con una misión clara, que encuentra su sentido en la mirada entregada de Jesús de Nazaret: «La Iglesia tiene que hacerse misionera y salir de sí misma». Sin miedo, «abriendo el corazón a todos los hombres y a todas sus situaciones, estando junto a ellos». Y también mediante el Bautismo, donde el Señor «nos da la vida plena».

Salir a la misión, y hacerlo en familia, «todos juntos, y no unos pocos». Y «así tiene que ser la iglesia». El lema Bautizados y enviados «es el don de todo bautizado, unidos en Cristo, anunciando el Evangelio». Por tanto, incidió el cardenal, «tenemos que salir a buscar a la gente, y decir: ¿qué quieres que haga por ti?». Sin descartes, en familia, sin olvidar el desafío que Dios pone en las manos de los creyentes… «La familia es un desafío, el desafío de volver a poner en el centro a Jesús».

Al modo y a la manera de María

Lo nuestro «es llevar la alegría de alguien que se siente querido por un Dios que salva, da amor, da entrega, da servicio, da amistad y da vista a quien no la tiene». Esta es «la gran tarea» que tenemos entre manos, en estos momentos de la historia y de nuestra vida. «El cristiano lleva la vida a todos los hombres, en todos los lugares, circunstancias y momentos».

Finalmente, reveló que «no podemos separar bautizados y enviados». Y «este año, en la Delegación de Misiones habrá mucho trabajo, siendo misioneros aquí y fuera», para que la misión «se realice con todas las consecuencias».

El prelado quiso recordar, también, y de manera especial, a María. «Un discípulo misionero, como María, pone siempre en manos de Jesús su vida y la de los demás». A su modo y a su manera, «aprendamos de Ella viviendo en la alegría, sabiendo que nada es imposible para quien se fía y se entrega a Dios», concluyó.

Continúan ‘Los jueves del ITVR’, ciclo de conferencias organizado por el Instituto Teológico de Vida Religiosa que este año estudia La Iglesia en estado de misión.

La próxima semana, la ponencia se trasladará al miércoles 23 de octubre. En esta ocasión, el padre Jorge Sierra Canduela, FSC, disertará sobre Vida consagrada y misión compartida. Su intervención dará comienzo a las 19:00 horas en el salón de actos del Instituto (Juan Álvarez Mendizábal, 65 dupdo).

En España, el número de personas en exclusión social es de 8,5 millones, el 18,4% de la población. La tasa de riesgo de pobreza y exclusión afecta a un 28,3 % de los niños y niñas en España, es decir, a 2,2 millones. La exclusión social en España es un fenómeno de carácter estructural en el que inciden factores como la precariedad laboral, que ha llevado a un aumento del porcentaje de trabajadores pobres y excluidos activos: el 12% de la población que está trabajando se encuentra en situación de exclusión social; o la dificultad del acceso a la vivienda: en los últimos dos años el alquiler ha subido un 30%. Dos millones de personas viven con la incertidumbre de quedarse sin vivienda.

La pobreza y la exclusión social afectan especialmente a las personas jóvenes, a los hogares con menores y a los monoparentales, produciéndose una 'juvenilización' de la pobreza y la exclusión, con un claro empeoramiento de las personas jóvenes emancipadas. El 21% de todos los hogares con menores se encuentran en exclusión social. Todo ello con el agravante de la cronificación de la pobreza: los jóvenes en hogares excluidos tienen mayor probabilidad de crear hogares excluidos.

Las entidades que forman parte de la Coordinadora Estatal de Plataformas Sociales Salesianas: Asociación Valponasca, Federación Pinardi, Fundación Ángel Tomás-FISAT, Fundación Boscos, Fundación Don Bosco, Fundación JuanSoñador, Fundación María Auxiliadora, Fundación Mornese, Fundación Valsé y Salesians Sant Jordi, trabajan diariamente para hacer frente a estas desigualdades, acompañando a colectivos en situación o riesgo de exclusión social, siempre desde una mirada positiva hacia las personas con las que se trabaja, creyendo en sus posibilidades de cambio y de mejora, considerándolos sujetos activos de su propio proceso.

En la jornada internacional para la Erradicación de la Pobreza, las entidades sociales salesianas han elaborado un manifiesto para reclamar que se sitúe a las personas en el centro de las agendas políticas, fomentando el cumplimiento del primer Objetivo de Desarrollo Sostenible: poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo y a las desigualdades que imperan en nuestra sociedad.

Las Plataformas Sociales Salesianas proponen instar al Gobierno y a las Administraciones públicas a adoptar una serie de medidas orientadas a favorecer políticas activas de empleo, de vivienda, políticas sociales y de inclusión que den acceso a los recursos y necesidades básicas de todos los ciudadanos y ciudadanas y reduzcan la pobreza infantil; alcanzar un acuerdo de estado en materia de educación que dote de recursos y materiales necesarios para dar respuesta a las necesidades educativas especiales; garantizar la cobertura sanitaria universal y gratuita para todos y todas; la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres; y los derechos de las personas extranjeras.

Actualmente, las plataformas sociales salesianas en España tienen en marcha 371 proyectos sociales; atienden a más de 50.000 personas y cuentan con 1.284 educadores y educadoras y con 1.421 personas voluntarias.

Respondiendo a la situación de pobreza que viven tantas personas, las Plataformas Sociales Salesianas han desarrollado servicios específicos para jóvenes, menores, mujeres y personas migrantes en riesgo de exclusión social. A través de diferentes programas y recursos de intervención se pretende igualar en oportunidades a los colectivos más desfavorecidos, mediante un proceso educativo integral, la capacitación, formación, la inserción sociolaboral y la sensibilización de la sociedad.

Entre esos recursos caben destacar los socioeducativos como los centros de día, en los que se realiza una labor preventiva fundamental con menores y sus familias, que necesitan apoyo en su propio medio para reducir sus carencias, impulsar sus potencialidades, reforzar su autonomía y facilitar su inserción social.

También destacan las Escuelas de Segunda Oportunidad para combatir el fracaso escolar y el desempleo juvenil; una opción de inserción sociolaboral y de inserción integral en nuestra sociedad, a través de un modelo innovador y legitimado; vinculadas estrechamente con el sector empresarial y apoyado por las instituciones públicas.

Otro de los proyectos son los itinerarios de inserción sociolaboral para mejorar la empleabilidad, a través de la orientación, el acompañamiento individualizado, propuestas formativas, de habilidades sociales orientadas al empleo, y la adquisición de capacidades laborales a través de prácticas en empresas.

Las plataformas sociales instan a la ciudadanía «a que se implique activamente en denunciar las injusticias sociales y en exigir a nuestros representantes políticos el compromiso por abordar, con coherencia y responsabilidad, todas las propuestas de este manifiesto, y a trabajar por una sociedad más justa e inclusiva».