«El Papa Francisco nos invita a todos los cristianos a impulsar en la Iglesia evangélicamente su misión de anunciar y llevar al mundo la salvación de Jesucristo, la alegría del Evangelio». Con la mirada puesta en esta invitación del Santo Padre, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, presidió el pasado domingo, 20 de octubre, la Misa en el jornada del Domund, celebrada en la catedral de Santa María la Real de la Almudena.
En el marco del Mes Misionero Extraordinario y con el lema Bautizados y enviados, el purpurado recordó en su homilía la «perenne invitación de Jesús» de ir al mundo entero y proclamar el Evangelio a toda criatura. «Cumplir con este mandato del Señor», destacó, al hilo del Concilio Vaticano II, «no es algo secundario para la Iglesia», pues «la Iglesia es misionera por su propia naturaleza, y ella existe para evangelizar».
Una Iglesia en salida
La Eucaristía, animada por la asociación Jóvenes para la Misión, estuvo cargada de símbolos misioneros que alentaron a tomar conciencia de que «la Iglesia de Jesucristo siempre está en salida». En la misión «hemos de ser hombres y mujeres orantes, de diálogo sincero y abierto con el Señor».
En este sentido, el prelado aseveró que –a través de la historia– «permanecen obras que se hicieron por tener elevados las manos y el corazón a Dios». Un recuerdo que puso en las manos de todos los presentes, con un propósito común: «Serás misionero si pones tu vida y las de todos en manos de Dios».
«Somos misión, bautizados y enviados»
El pastor de la Iglesia que camina en Madrid levantó la voz, con la Palabra de Dios en la mano, para que Él «colme nuestros anhelos de verdad y de pasión por construir la fraternidad entre los hombres y por conseguir que se respete la dignidad de todo hombre». A tiempo y a destiempo, insistió, para llevar a cabo «una opción misionera capaz de transformarlo todo»; de manera que «las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación».
Con la certeza de que «Dios escucha nuestras súplicas», el arzobispo madrileño exhortó a los fieles a confiar y perseverar: «Dos actitudes fundamentales para el encuentro con Dios y con los hermanos». Y de la mano de esta exhortación, la misión de la Iglesia de «anunciar y llevar a todos los hombres la salvación de Cristo muerto y resucitado», porque «somos misión, bautizados y enviados», concluyó.