El obispo auxiliar de Madrid monseñor Jesús Vidal parafraseó al profeta Jeremías, «el Señor es mi fuerte defensor», al comenzar la homilía del pasado viernes, 3 de abril, en la catedral de la Almudena, retransmitida por YouTube, y recordó que estas palabras fueron proclamadas en un momento convulso, «una sensación que puede asemejarse a lo que vivimos nosotros por este necesario distanciamiento social, que puede ir poco a poco metiendo el miedo en nuestro corazón».
Monseñor Vidal se refirió a las preguntas que han podido surgir en algunas personas acerca de qué está haciendo la Iglesia en estos momentos tan duros. «Hoy viene a nosotros la respuesta de Jesús a los fariseos: “Mirad a las obras”. La fe crece en medio de la contradicción a través del testimonio de las buenas obras».
Estas obras buenas son las de misericordia, «las que nacen de un corazón lleno de Dios», y las que podemos hacer en estos días porque «toda obra buena es una manifestación de Dios entre nosotros en medio de esta crisis sanitaria: visitar a los enfermos, no personalmente pero sí a través de videoconferencias, llamadas de teléfono; rezar…».
La Iglesia, tal y como destacó monseñor Vidal, está presente en los hospitales a través de los capellanes; acoge a los inmigrantes sin casa, «porque la Iglesia mantiene todas sus obras en pie»; da de comer a los que tienen hambre ya que «Cáritas sigue llevando alimentos a tantas familias» cuya situación además se ha agravado en muchos casos por la pérdida de trabajo; la Iglesia sigue enterrando y rezando por los difuntos, «acompañando, consolando a las familias, a los que están tristes, desesperados».
Mirar a María al pie de la cruz
Al ser Viernes de Dolores, el obispo auxiliar fijó la mirada en la Virgen: «Miramos a María siguiendo a Jesús en el camino del calvario y al pie de la cruz. Esta es la Iglesia hoy, a través de tantos sacerdotes, diáconos, consagrados, laicos, que están al pie de la cruz acompañando de muy diversas formas a muchas personas que sufren en los hospitales, en los albergues, en los centros sociales. También en las familias, acompañándonos unos a otros en los sufrimientos, impaciencias, dificultades, tristezas».
«María no hizo grandes anuncios”, observó el prelado, y aseguró, subrayando el verbo estar, que “Ella estaba al pie de la cruz. Sus ojos no estaban en qué pensarían los demás. Sus ojos estaban en Jesús, fijos en su Hijo”. Por lo tanto, concluyó, «la Iglesia permanece al pie de la cruz, con María, ante aquellos que sufren el dolor, que sufren la desesperanza, para ser así testigos del amor que nace del corazón de Jesús».
