Madrid

El Plan de Esperanza que el cardenal Carlos Osoro propuso a los jóvenes para el Madrid pospandemia se adentra en una nueva fase convocado como #MadridLive, una iniciativa que surge de un deseo del corazón: «No sé qué pasará, pero haré lo que esté en mi mano para que todo salga bien».

Así se recoge en la campaña lanzada a través de las redes sociales por la Delegación de Jóvenes en la que se anuncia un encuentro por Zoom este próximo viernes 26 de junio a las 19:00 horas. En él se hará una presentación general de #MadridLive y se pondrán en común iniciativas que ya se están preparando para niños, adolescentes y jóvenes de la diócesis este verano.

Pero #MadridLive va mucho más allá. Se trata de aportar una vida nueva sin caer en el puro activismo, porque la evangelización vertebrará todo lo que se lleve a cabo: proyectos en los ámbitos laboral, social y pastoral que respondan a la pregunta «¿qué quieres que haga por ti?» y a esa sed de Dios que todo ser humano tiene.

Una mirada nueva

El Plan de Esperanza comenzó a fraguarse a finales de abril con una primera fase de reconocimiento desde la fe de la realidad que la crisis del coronavirus estaba dejando en Madrid. El grupo promotor, formado por representantes de las mesas de jóvenes de las vicarías y de distintos movimientos y realidades de Iglesia, abordó esta situación en varias reuniones y en el ciclo de talleres Con ojos nuevos.

Ahora, este plan se adentra en la segunda etapa abierto a la participación a todos los jóvenes, «sin importar de dónde sean», que quieran soñar a lo grande, como les ha animado el arzobispo de Madrid. Para poder ampliar la mirada y llegar a todos, se ha lanzado una encuesta que servirá para conocer mejor la realidad de las circunstancias actuales en la diócesis.

«Sabemos que tenemos que poner en marcha nuevas medidas, nuevas ideas, llevar nuestra creatividad más allá del límite», señalan en la campaña. Todo para llevar vida y esperanza en un tiempo que, tal y como expresó el arzobispo de Madrid al comienzo de los trabajos, «nos pide ser creativos y generosos, misericordiosos y acogedores, valientes, para hacer posible que se mantenga la dignidad de todos».

La basílica de la Concepción de Nuestra Señora (Goya, 26) acogerá la última Misa de este curso pastoral en rito hispano-mozárabe.

Programada para el martes 30 de junio, dará comienzo a las 19:00 horas.

La Eucaristía estará presidida por el neo presbítero Carlos Pérez Criado, ordenado el pasado 20 de junio. Y el Evangelio será proclamado por José Luis Gallego, que recibió el orden del diaconado permanente el sábado 13 de junio. Ambos son miembros de la asociación Gothia.

Si en España se hubieran mantenido las mismas pautas de natalidad y de familia que eran las habituales hace poco más de 40 años, nuestra sociedad habría sido menos golpeada por el COVID-19, tanto en términos absolutos como en porcentajes de mortalidad y letalidad. Esta es una de las conclusiones del informe Coronavirus y Demografía en España, el primero que se publica desde el Observatorio Demográfico CEU, integrado en la Facultad de Humanidades y CC. de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, dirigido por el demógrafo y profesor emérito Joaquín Leguina y coordinado por Alejandro Macarrón Herrán.

Los tres fenómenos que más han transformado la demografía española en los últimos 45 años son la caída de la fecundidad, la menor mortalidad y el aumento de la inmigración. Según el estudio, si España hubiera conservado las pautas de fecundidad, nupcialidad, estabilidad matrimonial y estructura de los hogares que existían en 1976, habría ahora en torno a 20 millones más españoles menores de 43 años.

Esta población extra, al ser más joven que la media actual, no habría añadido apenas fallecimientos ni carga hospitalaria a la crisis sanitaria del coronavirus, y habría conllevado una reducción muy apreciable del número de muertos y enfermos graves por millón de habitantes. En esta línea, el informe recoge que la población española en su conjunto estaría mucho menos envejecida, tanto en términos de media y mediana de edad como de porcentaje de mayores de 65 y 80 años. Además, la menor presencia de mayores en residencias de ancianos habría limitado los focos de contagio entre la población con mayor riesgo.

Otro de los problemas que se ha detectado durante la pandemia ha sido el elevado número de personas que viven solas y que han sufrido solas tanto la enfermedad como el confinamiento. Esta circunstancia no se daría si se hubieran mantenido las pautas familiares de hace 40 años. Eso habría reducido el número de personas que han pasado solas tanto el confinamiento como la enfermedad, cuando en los momentos más duros de la pandemia solo los casos muy graves eran hospitalizados.

Con las pautas familiares de antes, el confinamiento habría sido más llevadero para millones de españoles. Con la estructura de hogares de 1970 y la población de ahora, menos de 800.000 españoles habrían vivido en solitario el confinamiento por el COVID-19. Con la distribución actual han sido unos 4,5 millones de personas los que han pasado la cuarentena en soledad. Muchos han tenido que pasar solos la enfermedad en los momentos de mayor colapso del sistema sanitario. Son un 9,2% más los españoles que ahora viven solos con respecto a 40 años atrás (en torno al 1,9% entonces).

El Observatorio Demográfico CEU, puesto en marcha a comienzos de 2020, pretende hacer inteligibles los complejos mecanismos psicosociales que están detrás de la evolución de los fenómenos demográficos, y alertar a la sociedad española de los desequilibrios que entraña para su sostenibilidad la reducción creciente del número de niños y jóvenes que origina un número de hijos por mujer muy inferior al necesario para el relevo generacional. Dirigido por Joaquín Leguina, y con la coordinación investigadora de Alejandro Macarrón, e integrado dentro de la Facultad de Humanidades y CC. de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, este Observatorio va a realizar diferentes estudios para llamar la atención sobre la preocupante evolución demográfica de España.

El primer evento de este observatorio, en el que se presentará este informe, está programado para este miércoles 24 de junio, a las 12:30 horas, y se podrá seguir a través de este enlace. Un encuentro virtual entre Joaquín Leguina y Alejandro Macarrón que estará moderado por la decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, María Solano.

La parroquia de San Benito Abad (Besolla, 7) ha atendido durante la pandemia a más de 230 familias de Pan Bendito, «con más de 450 intervenciones, porque la ayuda a algunas unidades familiares ha sido recurrente» explica el párroco, Pedro Manuel Arcas. «Los dos primeros meses eran sobre todo inmigrantes, muchos de ellos sin papeles. Pero después han venido también personas de población gitana».

«Como la parroquia está ubicada en un barrio donde hay mucha gente mayor, y numerosa población gitana, nosotros trabajamos mucho con asociaciones. Por ejemplo, con la asociación Pan Bendito, que se dedica sobre todo a la búsqueda de empleo; con la asociación Romaní, para chicas gitanas; con las hermanas Vedrunas, que trabajan en el campo de la alfabetización… Además, la parroquia cuenta con diferentes talleres. Y también está la Cáritas parroquial. Nos apoyamos unos a otros».

Por eso, «durante esta crisis, la ayuda que hemos distribuido ha sido a través de dinero procedente de las distintas asociaciones, que estaban activas desde sus sedes respectivas. A veces me enviaban a personas que necesitaban apoyo… otras veces era yo el que se las remitía a ellos… También hemos repartido tickets para que las familias pudieran comprar comida en los comercios del barrio. Y, de manera excepcional, hemos ayudado con algunos pagos, como alquileres o abono de viajes. Todo ello en colaboración con Cáritas de la Vicaría VI».

En estos momentos «seguimos atendiendo a algunas personas. Pero muy pocas. Y es que no podemos continuar prestando ayuda, porque no tenemos recursos. Hemos invertido ya mucho dinero. Y, como ya hay movilidad, las personas que nos ayudaban a prestar ayuda nos han dicho que derivemos a la gente a las respectivas asociaciones que puedan atender sus casos: a Cáritas, a los Servicios Sociales, o a las asociaciones que colaboran con la parroquia», concluye.