Madrid

Ubicada en el centro de Vallecas, en el barrio de Nueva Numancia, la parroquia María Reina y San Buenaventura (López Grass, 44) ha visto cómo durante esta crisis que estamos viviendo «se ha incrementado mucho el número de personas que han acudido a pedir ayuda a la parroquia», según explica su párroco, Ángel Pedro Fernández. «Se trata de gente que antes nunca había acudido a Cáritas. Estos nuevos necesitados son en un 90% inmigrantes, con situaciones irregulares, ya que no tienen documentación, ni permisos de trabajo. La mayor parte de ellos son mujeres, solas o con alguien a su cargo, que antes trabajaban en el servicio doméstico. También acuden muchas familias muy jóvenes. Pocos hombres vienen a pedir ayuda», apunta.

Durante el confinamiento, la Cáritas parroquial tuvo que cerrar su servicio de acogida. «Hemos abierto de nuevo en la fase 2, con todas las medidas de seguridad que nos exigen, y que aún mantenemos. Pero a la gente la hemos seguido ayudando durante estos meses: los casos de personas de la parroquia que nos llegaban se derivaban a Cáritas Vicaría IV».

Alimentos

«La gente que viene, pide sobre todo ayuda para comer. Nosotros no tenemos convenio con el Banco de Alimentos, así que en alguna ocasión hemos podido entregar comida gracias a los productos que nos daban desde otras Cáritas parroquiales. Pero sobre todo hemos distribuido vales para que las familias puedan hacer la compra en tiendas de la zona. A veces también nos han pedido dinero para pagar el alquiler. A estas personas las hemos ayudado en coordinación con Cáritas Vicaría».

Ángel Pedro Fernández confiesa que «somos una parroquia muy pobre. Tenemos muy pocos ingresos. Por eso, para auxiliar a la gente hemos solicitado ayuda a personas, que nos han hecho llegar sus donativos. Y también los feligreses. Se han incrementado las donaciones a Cáritas parroquial. Si no, no habríamos podido ayudar».

Quien quiera enviar un donativo a la parroquia puede llamar al 91 430 25 31. Bizum: 00424.

La catedral de la Almudena acogerá este sábado, 26 de junio, la ordenación de 16 diáconos, en una ceremonia presidida por el cardenal Carlos Osoro que comenzará a las 18:00 horas y se podrá seguir por el canal de YouTube de la diócesis.

A Arsenio Fernández de Mesa, de 30 años y uno de los ordenandos, su párroco le hizo hace seis años la pregunta clave: «Bueno, entonces lo descartas, ¿no?». Se refería al sacerdocio. Estaba Arsenio en su último curso de carrera –Derecho y Periodismo por el CEU–, trabajaba en un periódico y se planteaba opositar.

«Ahora mismo tengo otras perspectivas vitales», le dijo, aunque sí le reconoció que antes de empezar la carrera, en ese momento «decisivo», la duda surgió, no tanto desde «que el Señor me pedía algo, sino si yo, por mis pistolas, podía dar algo a la Iglesia».

La pregunta se le quedó clavada. Porque en realidad Arsenio no lo descartaba. Así que lo llevó a la dirección espiritual y se dijo a sí mismo que igual era más cuestión de fiarse que de puños. «Pasé del miedo a la ilusión, del “por qué yo” al “por qué no yo”».

A punto de ordenarse diácono tras varios años de formación, a Arsenio este tiempo de confinamiento le ha ayudado a «crecer por dentro y a rectificar la intención, porque las cosas las haces por el Señor». «Estamos muy acostumbrados al activismo –reconoce– y a veces te cuesta hasta saborear».

Especialmente presente en estos meses ha tenido al Papa san Juan Pablo II, de cuyo nacimiento se cumplió el centenario el 18 de mayo. Le admira «su valentía, su espíritu grande, el no acobardarse» y por eso le pide a Dios un «corazón grande» para fiarse y ser valiente.

«Una inmensa alegría» es lo que siente de cara a su ordenación, unido a un sentimiento de gratitud a la Iglesia «y al esfuerzo que ha hecho conmigo». Aunque también tiene miedo y nervios porque «la tarea supera las fuerzas de uno», pero lo resuelve con un «si Tú me has llamado, me vas a sostener».

«Hubo cierta lucha»

Las inquietudes intelectuales son las que llevaron a Bernabé Rico (28 años) a acercarse a la Iglesia y a Dios. Tenía 16 años y empezó a leer a escritores, entre otros Unamuno, que le hacían cuestionarse cosas. Él había sido bautizado y había hecho la Primera Comunión, pero hasta ahí. «Mi familia era católica pero no practicante; ahora ya sí», aclara.

Natural de Elda (Alicante), se trasladó a los 18 años a Madrid para estudiar Filosofía y Ciencias Políticas. Para entonces ya había iniciado una vida cristiana, que incluyó la Confirmación, aunque fue aquí «donde descubrí la confesión» y donde «el Señor me empezó a llamar».

A pesar de que «estaba haciendo lo que más me apasionaba, estudiar Filosofía, poder vivir de buscar la verdad», Bernabé notaba que le faltaba algo. Era la entrega total a Dios, aunque eso «al principio no me hizo gracia porque implicaba tener que poner mis planes en un segundo lado, y hubo cierta lucha».

Pero Bernabé metió cabeza y pensó que frente a él, que desconocía lo que iba a ser su vida, «hay Uno que sí conoce mi futuro, también mi pasado y mi presente, y sabe perfectamente lo que me va a llenar de felicidad». Y se dijo a así mismo que era una «tontería no dejar hacer las cosas al que lo sabe todo».

Con un proceso como el suyo, este joven seminarista tiene claro que «no cree quien quiere sino quien puede; solo puede quien Dios quiere, y Dios siempre quiere». Y lo explica «porque parece un trabalenguas» pero no: «La fe siempre es algo que da Dios, y a la vez Él nos permite que se la pidamos, y a todo el que lo pide de corazón y derriba los muros que tiene para acercarse a Él, siempre lo llena de su amor». «Hay gente que tiene un anhelo pero no hace para ponerse a tiro», señala.

Bernabé será ordenado también diácono este sábado, junto a Arsenio y otros 14 seminaristas. Siente que «uno nunca está a la altura del don que va a recibir, pero Dios se sirve de lo pobre para anunciar sus riquezas y yo sé de quién me he fiado».

El pasado 19 de junio se estrenaba la reforma de la antigua capilla de la residencia sacerdotal San Pedro (San Bernardo, 101), dependiente de la Congregación de San Pedro Apóstol de presbíteros seculares naturales de Madrid.

Además de hacer más accesible y seguro el uso de este oratorio, con la reforma se pretendía dotarlo de una dignidad y belleza que ayudara a que oración y liturgia puedan multiplicar sus frutos gracias a esta hermosura para los sentidos.

Reforma

La obra ha sido realizada por el arquitecto José Gabriel Bernabé y el pintor Sergio Cerón, aún desconocidos en nuestra diócesis. Pero su trabajo final tiene un gran contenido teológico.

El recorrido pictórico comienza con la figura de Adán en el paraíso (con el árbol de la Vida y el árbol del Bien y el Mal representados como madroños), en una armonía con todo lo creado que se ve quebrantada por el pecado, representado en una vidriera (once cristales que rebasan el número del decálogo, y cuyos tonos fríos contrastan con los tonos cálidos de la pintura) que, al mismo tiempo, muestra la Salvación: donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. La luz es Cristo.

Después, se ha puesto a Cristo rescatando a Pedro de las aguas, uniendo sus manos en una nueva alianza, dotando la escena de un profundo significado sacerdotal. A continuación vuelve a figurar Pedro, pero esta vez como el santo apóstol sobre el que se edifica la Iglesia: con la mano abierta de quien habla y enseña, y con las llaves del ministerio recibido. Ahí mismo, junto a él, está la sede.

En el lado del ambón está san Juan de Ávila que, en el ejercicio de su ministerio, inspiró a numerosos santos, realizó una nueva reflexión y renovó por completo el ejercicio del sacerdocio diocesano, y acabó inspirando el nacimiento de la Congregación de San Pedro.

En el arco que da paso al altar aparece pintada la Virgen María, como Inmaculada Concepción, pisando la serpiente, como nueva Eva, y con las manos en posición orante, como intercesora de la Iglesia. Y, en la pared final, está representado Cristo Sacerdote sentado en majestad, en un paramento curvo para hacer referencia al reinado sin fin de Dios, y al lugar más santo de la capilla que, además, está iluminado por una vidriera de tonos cálidos y de 12 partes que representan al Pueblo de Dios, la Iglesia.

Por último, el altar de piedra, en el centro, coronado por un crucificado que cuelga encima.

En fechas próximas tendrá lugar su consagración e inauguración oficial.

Verano salvaje. Esta es la propuesta que hacen algunas de las parroquias del arciprestazgo de Nuestra Señora de las Victorias, como la unidad pastoral Padre Rubio –integrada por San Ignacio de Loyola (Pinos Alta, 79) y San Francisco Javier y San Luis Gonzaga (Mártires de la Ventilla, 34)- y Nuestra Señora del Espino (Conde del Serrallo, 17).

Dirigida a niñ@s de 8 a 13 años de los barrios de Tetuán y La Ventilla, se desarrollará desde el 6 al 31 de julio, de lunes a viernes, en horario de 10:00 a 13:30 horas.

Los menores podrán disfrutar de un amplio abanico de actividades lúdicas, en las que se va a trabajar El libro de la selva, y pastorales.

La inscripción, que finaliza el 2 de julio, debe realizarse en los dos templos donde va a tener lugar la actividad:

• Nuestra Señora del Espino: tel. 91 733 17 34.
• San Ignacio de Loyola: tel. 91 315 33 02.

Precio: 5€ por quincena.