La Abadía benedictina de Santa Cruz del Valle de los Caídos organiza un evento especial que unirá a los tres Coros del Valle en el Concierto anual de Navidad. Tres generaciones de escolanes que unen sus voces en el tiempo de esperanza del Adviento para dar la bienvenida a la Navidad.
Tendrá lugar en la basílica del Valle de los Caídos este sábado, 19 de diciembre, a las 17:00 horas. Entrada libre, hasta completar aforo. Acceso gratuito al Valle para asistir al concierto.
Se puede colaborar con la Escolanía mediante donativo «fila cero» en la cuenta de la Escolanía: ES21 0049 5186 90 2216071151.
Titulo: Infomadrid / R. Pinedo / Fotos: Miguel Hernández Santos
Cuando no se habían alcanzado las 19:30 horas, el arzobispo de Madrid ha abierto la Puerta de la Misericordia de la catedral de Santa María la Real de la Almudena. «Abrid las puertas de la justicia, entraremos para dar gracias al Señor», ha dicho para luego empujar las puerta entre aplausos de los fieles. Tras él han cruzado la Puerta Santa el arzobispo emérito de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela; el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini; el obispo auxiliar, monseñor Juan Antonio Martínez Camino; los vicarios, y numerosos sacerdotes. Venían en procesión, cantando letanías, desde la cripta de la catedral, donde se había leído la parte inicial de la bula de convocación Misericordiae Vultus.
Ya en la catedral, se ha celebrado la Misa de apertura del Año de la Misericordia en Madrid, presidida por monseñor Osoro. En su homilía, el prelado ha animado «a atravesar esta puerta, a deteneros en ella unos momentos, y sentir en lo más profundo del corazón cómo, entrando por Cristo, en Cristo y con Cristo, estamos dispuestos a vivir con todas las consecuencias el paso por esta puerta de Verdad, de Vida, de Amor, de Misericordia; que no es más que mostrar con nuestra vida que, lo que Cristo nos da, lo repartimos a quienes nos encontremos en el camino de nuestra vida». «Cristo nos acoge. Cristo no regala su amor», ha aseverado.
En esta línea, monseñor Osoro ha subrayado que el mensaje del Señor es «el mismo que con sus palabras nos manifiesta: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”». «Quizá tengáis la tentación de decir, como a veces me han dicho a mí: “¡Ay, señor arzobispo, si usted conociera mi vida!”. No importa, entra por Él, confía en la misericordia de Dios. Dile a Jesús lo que tienes, ya que te pesa y te ata quitándote la esperanza, la libertad y la alegría. El Señor te abraza, te besa, te dice “tampoco yo te condeno, anda en adelante no peques más”», ha añadido.
Para vivir plenamente este Año Santo, según ha explicado el arzobispo de Madrid, tenemos que acoger, cultivar y anunciar esta misericordia. En primer lugar, hay que acoger la misericordia con la certeza de «el Señor está en medio de ti y te ama» y su misericordia es «la “viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” y, por ello, toda acción pastoral de la misma». La Iglesia tiene que estar revestida de la ternura de Dios para dirigirse a los creyentes y para mostrar a todos en el anuncio y el testimonio, el rostro de Dios que atrae y encanta a los hombres. [...] Lo que Dios quiere es que lo acojamos, para así nosotros imitar su acogida, que perdonemos y nos amemos para parecernos cada día más a Él, que es comunión y amor», ha remarcado.
En segundo lugar, el prelado incidido en la importancia de cultivar la misericordia, algo que pasa por saber que «el Señor está cerca, nada te preocupe, en todo momento, en la oración, en la súplica, en la acción de gracias, todo presentado a Dios, tendrás paz porque la misericordia sobrepasa el juicio y custodiará tu corazón y tus pensamientos». «Cultiva la misericordia como el apóstol santo Tomás, que al tocar las heridas del Señor Resucitado, manifestó sus propias heridas, con sus lágrimas y humillación. Toca al Señor, descubre cómo te quiso, lo hizo todo por ti. Misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Es la vía que une a Dios y al hombre, abre el corazón a la esperanza de ser amados siempre, hasta el límite de nuestro pecado. Para ser capaces de alcanzar misericordia, escuchemos la Palabra de Dios, recuperemos el valor del silencio; dejemos que el Señor nos mire y nos diga: «¡Sígueme!». Cultivemos la misericordia, respondiendo: «¡Sí, voy contigo!». Dejémonos mirar por la misericordia de Jesús y hagamos fiesta pidiéndole perdón y sentándonos a su mesa», ha añadido.
En tercer lugar, monseñor Osoro ha invitado a anunciar la misericordia: «El Señor en medio de ti, te da su vida para que la manifiestes y reveles con obras. ¿Entonces qué hacemos? Maestro, ¿qué hacemos nosotros? ¿Qué hacemos? Viste y da de comer, haz justicia y no exijas más de lo que te corresponde, trabaja con la fuerza de la misericordia y del amor. La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, que es el corazón del Evangelio, y debe alcanzar la mente y el corazón. Salgamos de la mediocridad y hagamos salir a todos los hombres de ella. Comunicar el amor misericordioso de Dios es nuestra misión. De tal manera, que os diría, que la nueva evangelización es tomar conciencia del amor misericordioso del Padre para convertirnos también nosotros en instrumentos de salvación para nuestros hermanos. Digamos a todos los que nos encontremos por los caminos que Dios ama al hombre tal como es, con sus limitaciones y sus errores, con nuestros pecados. Y carga con ellos para liberarnos a nosotros de los mismos. La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo, que llega hasta el perdón y el don de sí. Tener un corazón misericordioso no es tener un corazón débil, sino todo lo contrario: fuerte, firme, cerrado al tentador, abierto a Dios. El amor misericordioso contagia, apasiona, arriesga, impregna y compromete. No tengamos miedo de llevar a Cristo a todas las periferias, también a las más lejanas e indiferentes».
Para acoger, cultivar y anunciar la misericordia de Dios –ha sintetizado el arzobispo de Madrid– hay que «vivir y promover las obras de misericordia corporales y espirituales, que tan bellamente se nos describen en el Catecismo de la Iglesia Católica». «Aquí en este altar, se hace presente la misericordia que es Cristo. Y nos regala su misericordia. Lo habéis comprobado. Él nos ha recibido en su casa, y se encuentra con nosotros. Si estamos heridos, ¿nos ha reprochado algo? No nos reprocha, nos lleva a sus hombros y nos cura o busca quien nos cure, haciéndose cargo él de todo. A esto se llama misericordia. Para tenerla en más abundancia, celebra el sacramento de la Penitencia por la que Dios perdona no con un decreto sino con ternura, acariciando tus heridas. Y recibe las indulgencias de este Año Jubilar de la Misericordia: por el sacramento de la Penitencia quedan perdonados tus pecados. Pero hay una huella negativa que deja el pecado en nuestros comportamientos y pensamientos, que permanece. Pero la misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto y se transforma en indulgencia del Padre que, a través de la Esposa de Cristo, alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, y lo habilita a obrar con caridad y a crecer en el amor. Cambiemos el corazón de los hombres y este mundo con la misericordia, que la experimentamos en nuestra propia carne cuando celebramos el sacramento de la Penitencia, que nos impele a vivir y rodear a los demás de esa misma misericordia», ha concluido.
Al final de la celebración, el arzobispo ha entregado a una veintena de personas representantes de las distintas realidades de la Iglesia madrileña una copia de los materiales del Plan Diocesano de Evangelización, «un itinerario de fe y de conversión pastoral» cuyo pistoletazo de salida es este Jubileo y que se prolongará durante tres años.
Para más información sobre el Año de la Misericordia, puede visitarse este apartado de nuestra web.
La ONG de Haren Alde –ONGD agustina recoleta a favor de los demás- organiza un Concierto de Navidad en solidaridad con el hospital San Ezequiel Moreno de Bacolod (Filipinas). Programado para el viernes 18 de diciembre, dará comienzo a las 20:00 horas en la c/Príncipe de Vergara, 87. Intervendrá la Coral Jesús María, dirigida por Carmen Oñate.
Hoy, la Universidad Eclesiástica San Dámaso conmemora la festividad litúrgica de su santo patrono. Por ello, a las 12:30 horas, la capilla del Seminario Conciliar ha acogido la celebración de una solemne Eucaristía, presidida por el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro Sierra. En su homilía el prelado ha resaltado que «es un día singular y especial para todos nosotros, este día que celebramos la fiesta de san Dámaso»; especial porque «es el titular, en primer lugar, de nuestro seminario metropolitano, y titular con una autoridad especial: porque el Papa san Dámaso no solo quiso preservar la doctrina de la Iglesia en su integridad», sino que «dio culto a quienes entregan la vida por Cristo, a los mártires, con todas las consecuencias».
Al nacer la universidad eclesiástica, ha aseverado, tomó este nombre porque, en definitiva, «las facultades que en ella están, son facultades que buscan y que nos hacen acceder al encuentro con la verdad», y «no hay verdad más grande que aquella que nos hace dar la vida, como el Señor nos dice en el Evangelio».
El misterio de la misericordia
Todo santo provoca un seguimiento, «y todo santo se nos propone para que sigamos sus huellas». Hoy, «os propongo lo que el papa Francisco nos dice en este Año de la Misericordia: que contemplemos el misterio de la misericordia, Jesús es el rostro de la misericordia del Padre». Y Jesús «nos muestra cómo se hace y se construye la vida entregándola, dándola con todas las consecuencias y buscando el bien de los demás», ha señalado el arzobispo.
El prelado, además, ha destacado tres aspectos que provienen de la Palabra de Dios. En primer lugar, «el Señor nos invita a que cuidemos a los hombres». Nos hace «una llamada especial a vivir el misterio cuidando a los hombres, manteniendo, regalando el amor mismo de Dios». El apóstol nos da el encargo de «cuidar a los presbíteros para que no vivan para sí, sino para que den la vida, tener una vida coherente, guardando a la Iglesia para que muestre siempre el rostro de Jesucristo. Es la forma más bella de cuidar a los hombres». En esta fiesta de san Dámaso, acojamos esta palabra porque «solo en las manos de Dios estamos salvados y salvamos a los demás». Cuidemos a los hombres, porque hacerlo es «estar curando sus heridas, que el único que las puede curar es Jesucristo».
«El método y la metodología de Dios»
En segundo lugar, «cuidemos a los hombres con un método y una pedagogía; no cabe cualquier método ni itinerario de acompañamiento». Vivamos la experiencia del amor de Dios, ha reconocido, «a través de las obras, nos ha dicho el Señor en el Evangelio, que el oxígeno de nuestra vida sea la experiencia de este amor de Dios, permanezcamos en el amor de Cristo, que nos da el mismo amor que Él ha recibido del Padre».
Utilizaremos este método «si también nosotros somos rostro de Cristo, el que es el rostro de la misericordia», ha sostenido. San Dámaso «nos acerca de una manera singular a los mártires, a los que mueren por amor», porque «teniendo el amor de Cristo, no pueden morir por cualquier otra cosa, tienen que morir por Jesucristo».
«Demos visibilidad real al Señor»
Y, en tercer lugar, el Señor nos invita también a que «demos visibilidad real al Señor, mostrando su amor con obras concretas, amando como Él nos amó». «La única palabra que el Señor tuvo para aquellos que también le perseguían, fue: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”». Así, monseñor Osoro ha preguntado a los presentes: «¿Seremos capaces todos los que estamos aquí de, en este Año de la Misericordia, tener siempre estas palabras del Señor?». Para todos los que nos encontremos, «incluso para el que más daño nos esté haciendo, para el que sepamos que nos está poniendo de vuelta y media, y nos molesta, y nos toca nuestro ego... ¿seremos capaces de hacer esto?». Por esto, «merecería la pena celebrar esta fiesta de San Dámaso», porque «él valoró tanto a quienes daban la vida por amor, a los que no tenían nada e, incluso, contra los que le quitaban la vida», que «acoger en nuestra vida como patrono a San Dámaso supone que, en este Año de la Misericordia, seamos capaces de saber morir para vivir, como lo hizo San Dámaso».
La Palabra que ensancha nuestro corazón
Damos gracias a Dios por este día y acojamos esta Palabra que el Señor nos da y nos regala para que sepamos caminar, y que «si la acogemos, se ensancha nuestro corazón y somos capaces de salir de esta celebración de una manera distinta»; con esa capacidad de «cuidar, utilizar un método que nos da el Señor y dar visibilidad al Señor», siempre «acogiendo aquellas palabras que, en el momento más sublime, cuando le están quitando la vida, el Señor dice: “Perdónales”», ha evocado.
San Dámaso nos acerca estas palabras a nosotros, y «esto es lo más urgente para este mundo en que vivimos», es «lo más necesario» para esta cultura. Hagamos la cultura de Dios mismo, que «aún siendo malos, nos da un abrazo: el que esta mañana no da a nosotros, con su presencia real, en el misterio de la Eucaristía, y no nos retira ese abrazo. Seamos capaces de responder como san Dámaso», ha concluido.
A continuación, monseñor Osoro ha compartido un vino español con todos los presentes.